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Vacunación

Desde el año de 1924, se estima que 103.1 millones de casos de difteria, hepatitis A, sarampión, paperas, tos ferina, polio y rubeola se han evitado o prevenido gracias a las vacunas contra estas enfermedades . De estas enfermedades, la que presentó una disminución más rápida fue el sarampión, notándose un 95% de prevención después de 5 años de haberse introducido la vacunación.

A partir de los años 80s, del siglo pasado, reaparecen las temidas enfermedades infecciosas: polio, tos ferina, rubeola, paperas y sarampión; resultado de la disminución de los índices de vacunación. Este comportamiento obedece a una campaña emotiva, irracional e incansable contra las vacunas por grupos organizados que, buscan razones para explicar orígenes a enfermedades que lastiman familias enteras y que son anímicamente devastadoras, como el espectro autista.

En los Estados Unidos, entre 1980 y 1989, un 64% de los 10,000 casos de tos ferina, no habían sido apropiadamente vacunados y un 37% de ellos no recibieron ni siquiera una dosis de la vacuna de DPT (difteria, tosferina y tétanos), vacunación que se inicia a los 2 meses de edad. Esta disminución en las vacunaciones ha afectado negativamente la inmunidad de rebaño, mediante la cual, algunos pocos no vacunados, son protegidos por la vacunación cumplida al resto mayoritario.

Inyectado no es sinónimo de protegido, ni una persona está vacunada solamente porque haya recibido una fracción del número requerido de esa vacuna. Por ejemplo, si para estar protegido contra el polio requerimos de 4 dosis, por lo menos, no podemos decir que quien recibió una dosis, lo está. Es igualmente importante recibir las vacunas a las edades sugeridas porque son ellas, edades de buena producción de anticuerpos protectores. Así, aplicar una dosis contra el sarampión a los 6 meses de edad, por ejemplo, no garantiza protección.

Industria, Estado y Gobierno, responsables de la rectoría de la salud, como galenos, debemos coincidir en que el cumplimiento con los programas de vacunaciones no se honra si no se honran los calendarios de vacunación. Si una vacuna debe seguirse con una segunda o tercera dosis en períodos de tiempo establecidos, eso tiene que satisfacerse. De nada sirve educar al paciente para que cumpla con los calendarios de vacunas, si las autoridades, la industria o los médicos no los cumplimos. Ni siquiera una enfermedad febril menor debe considerarse contraindicación para vacunar. La peor razón para no vacunar a un niño es decirle a los padres: “no hay”. Además de exponer al niño a la infección prevenible, le estamos demostrando muy pobre responsabilidad con la atención integral de salud.

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