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Se calcula que alrededor de un 30% de los norteamericanos no se pondrían la vacuna contra COVID-19.  No es infrecuente oír “yo no me la voy a poner hasta que se la pongan los médicos”, o “yo voy a esperar que se la pongan por varios meses antes”.  Resulta ser que, para cuando tengamos la vacuna disponible en Panamá, ya se habrán vacunado uso 10-20 millones de personas en el mundo.

 

Esta desconfianza o ansiedad (“hesitancy”) es el producto de varios factores.  Entre ellos la desconfianza en la clase médica y en la medicina, la falta de información sobre todos los aspectos de la vacunación y la industria y la tecnología en la consecución de las vacunas, las campañas nocivas contra las inmunizaciones, la divulgación masiva de falsedades, de fraude y de magia por parte de grupos especializados en ello y con propósitos claros de obstaculizar los programas de vacunación.

 

Décadas de investigación para la erradicación de enfermedades infecciosas no se conocen o se pasan por alto cuando ya no se ven niños ciegos por sarampión, sordos por paperas o meningitis, en sillas de ruedas o con aditamentos ortopédicos para andar a causa de la parálisis por la poliomielitis, con deformidades monstruosas por la rubeola congénita. No se ven porque la vacunación se encargó de erradicar algunas de estas enfermedades y de disminuir significativamente la incidencia de otras.

 

Todavía se desconocen muchos elementos de las vacunas contra COVID-19 pero las noticias son agradables en cuanto a su eficacia.  Todas han revelado que producen niveles altos de anticuerpos neutralizantes protectores y aunque no conozcamos por cuánto tiempo y cómo será la respuesta en los diferentes grupos de edad, no podemos dejar de afirmar que la tecnología y la rígida vigilancia han favorecido vacunas extremadamente seguras.

 

La aceptación de la vacuna y de la vacunación vienen de la mano de la confianza, que se erosiona con mala o pobre información o nocivos propósitos. Las madres y las familias quieren lo mejor para sus hijos, y ellas no nos deben sorprender en el grupo de aquellos que tienen cuestionamientos y dudas sobre la vacuna de COVID-19, por ejemplo.  Sin embargo, sabemos que hay alrededor de un 5% de madres que siempre se han opuesto y seguirán oponiéndose a las vacunas y a la vacunación, en los Estados Unidos.

 

La multiplicidad de vacunas inyectables, particularmente en los primeros 2 años de vida, los altos costos de las vacunas, y el rol desalentador de las redes sociales han tenido un papel negativo contra la genuina actividad de la vacunación. El resurgimiento de brotes de enfermedades infecciosas serias y epidemias de enfermedades ya controladas ni siquiera los asocian, las mayorías de quienes se oponen a la vacunación, a los efectos de las campañas contra las vacunas.

 

Entre 55%-60% de las excepciones para vacunar, a las que recurren las madres, son de tipo personal.  Las redes sociales han divulgado apropiadas preocupaciones sobre las nuevas vacunas sin cerrar sus noticias u opiniones con data que responde a esas dudas, de tal forma que se siembra una duda y se deja sin resolver. Esto es puntualmente la observación sobre las incertidumbres que se producen y se hacen proliferar, ya sea por el desconocimiento de la tecnología rigurosa para producir vacunas, las ya conocidas y las nuevas, o ya sea como el elemento necesario para mantener un estado de oscurantismo sobre la vacuna, con propósitos aviesos o desconocidos.  Frente a una multiplicidad de plataformas para producir la vacuna contra COVID-19, un número nunca antes observado de vacunas investigadas y la urgencia de producirlas con una prontitud que, popularmente, se considera riesgosa y totalmente imposible de creer que cumple con la eficacia y la seguridad exigidas, por las comparaciones históricas hechas, es de esperarse mucho temor.

 

Los 59,759,535 casos de enfermedad por COVID-19 en todo el globo terrestre, y las 1,409,208 muertes por esta enfermedad, ¿tendrán suficiente elocuencia para que el resto de los humanos aceptemos vacunarnos contra ella? El comportamiento humano, sabemos, supera las fronteras de la razón.

 

 

 

 

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