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Durante el crecimiento y el desarrollo de los niños, todos diferentes entre ellos, hay preocupaciones de las madres que son universales, no importa cuán diferentes sean ellas, y que todos los pediatras conocemos.  Estas:

 

  • Mi niño no come
  • Mi niño no duerme
  • Mi niño no hace pupú
  • Mi niño no habla
  • Mi niño no camina
  • Mi niño no crece

 

Lo interesante es que todas estas preocupaciones van desapareciendo en relación directamente proporcional con la edad del paciente y el número de partos de las madres.

 

Hablemos algo de la primera y la que más excoria, de todas: “Doctor, mi niño no come”.

 

Digamos que el niño no come porque:

 

  • Ya comió
  • Está lleno
  • No necesita
  • No come lo que la mamá quiere que coma
  • No tiene comida

 

Para darse cuenta de esto, la madre tiene que no sentirse presionada por la madre suya, por el esposo que llega tarde a casa, por haber visto cómo come el hijo de la vecina del piso de arriba y la del piso de abajo, o porque el perro o el gato comen a cada rato.

 

No se olvide de estas enseñanzas:

 

  • El niño es el único que conoce cuándo quiere comer, cuánto quiere comer y qué quiere comer
  • Donde hay comida nadie se muere de hambre

 

 

Desde que nace, el niño come cuando resolvió el asunto del sueño y cuando ya tiene hambre.  Ponerle horario de lactancia al recién nacido, aparte de ser una arbitrariedad que colinda con el autoritarismo y el maternalismo, crea dos situaciones indeseables:

 

  • Llanto incontrolable
  • Vómitos incontrolables

 

que las madres resuelven, lo primero y con el insomnio y las ojeras trepados en la cabeza,

  • con un chupón

 

o, que el pediatra resuelve, lo segundo, con un diagnóstico:

 

  • reflujo gastroesofágico, y
  • un montón de medicinas, desde las que no sirven hasta las que no sirven

 

 

  1. Los malos hábitos de la alimentación lo hacen no solamente el letrero amarillo con una m curvilínea, sino el teléfono celular para pasarle una cómica mientras come, la recompensa con un dulce o una pastilla de sabores, el rejo en la mano amenazante, el grito estruendoso que se oye hasta en el sótano, el vocabulario que llama a un lavado de boca con sapolio (los menos maduros pueden averiguar sobre este detergente). Nada de esto tiene efecto inmediato.  Abandónelos.

 

  1. Cuando Ud. come su desayuno o su almuerzo o la cena, suele sentarse y, sentarse cómodamente. El niño también quiere estar sentado cómodamente.  La “silla alta” para comer del bebé de 6 meses de edad, debe darle buen soporte de la cintura y la espalda y debe permitirle tener los pies, no flotando en el espacio sideral, sino bien colocados en una plataforma que le da seguridad.

 

  1. El niño aprende a comer con cuchara en la mano de quien lo alimenta, no como comen el gato y el perro en la casa, que entre otras cosas, comen con el hocico metido en el plato de agua o de comida, solo después de algunas semanas que Usted le alimentó con una mamadera, de gato o de perro, o le ponía el alimento licuado en una cucharita que, Usted le ponía en la boca y que hoy día, ligas de mujeres innovadoras han resuelto que no forman parte del proceso de aprendizaje de comer de su hijo o hija.

 

  1. No existe ninguna ventaja para la vida, ni ninguna medalla olímpica, ni aplausos para iniciar los alimentos sólidos cuando el niño o la niña aún no están preparados para ellos, y eso no es antes de los 4 o 6 meses de edad, de seguro, ya a los 6 meses de edad.

 

 

No se olvide, ningún niño se muere de hambre donde hay comida, y los niños saben mejor que Usted y que yo, cuándo ya es hora de comer.  Así, Usted le alimenta con leche, primero y con alimentos sólidos, después, y deja las burundangas y la chatarra que a Usted le gusta, para cuando él o ella, se la puedan comprar en ese lugar de la letra curvilínea y amarilla, de la segunda mitad del vocabulario.

 

 

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