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Anoche le leía a un médico gringo que después de estudiar tanta medicina, se encontraba recetando ibuprofeno para la fiebre, solución salina para lavados de los senos paranasales y algún jarabe para la tos.  Me identifiqué con él.

 

Resulta ser que por un lado los pacientes quieren medicinas para todo, y por el otro, no pocos médicos practican una medicina complaciente. Tener buenos “side manners” no es lo mismo que ser cómplice de las tonterías, y “medicalizar” la Medicina, no es solo por parte de los médicos.

 

En la Escuela de Medicina aprendemos sobre la enfermedad.  En la práctica de la Medicina aprendemos sobre los pacientes.  La Medicina Hospitalaria es donde se ven las excepciones.  La Medicina Privada es donde se ve lo regular.  Las rarezas engendran costosas investigaciones.  La rutina engendra errores.  Tenemos que conocer bien dónde estamos, cómo estamos, con quién estamos cada vez que tenemos un encuentro con un paciente.

 

Por eso que los 7 años de estudios de Medicina, los 3-5 años o más de especialidad y subespecialidad como los tantos años para validar conocimientos y capacidades como requisito para ejercerla nos preparan para descifrar signos y síntomas que se presentan con alguna frecuencia o que suelen escabullirse en la no cotidianidad.  El hospital es un hervidero de abejas revoloteando con cuanta posibilidad diagnóstica existe y el entusiasmo por los hallazgos nos permiten exclamar descuidadamente “qué belleza de tumor”, “que perfección de enjambre de problemas”, etc., etc. Expresiones que nunca serán comprendidas por los pacientes y que debemos cuidar no escuchen.

 

En la práctica de la medicina ambulatoria o privada el asunto es diferente. Allí se encuentran el 85% y más de las enfermedades de los seres humanos.  Allí se deben resolver.  Allí se repiten los síntomas y allí descubrimos los brotes y las epidemias. La certeza del ojo clínico, permite allí encontrar una perla entre todas las conchas y nos da nombre o nos lo quita. Allí, la mayoría de las veces, los pacientes se mejoran con un acetaminofeno, con un lavado nasal con solución salina, con miel de abeja para la tos, con un caldo de pollo para el malestar general o “el quebranto”.  Y antes, mucho antes pero no ahora, con la lectura del periódico.  23/6/2019

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