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Cuando el aborto se persigue con el desconocimiento de los aspectos médicos -desde la anatomía y la fisiología hasta la embriología y fetología- y a pesar de las discrepancias legales, es válido pensar que “las políticas contra el aborto utilizan la vida del embrión o la vida humana para ocultar una oposición a la autonomía de la mujer y preservar los roles de los géneros”, construidos según la sociedad en la que viven unos y otros. En Estados Unidos, la decisión de la Corte Suprema en Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization ha provocado opiniones en favor y en contra, y, aunque este asunto pareciera resuelto, basado en aquello de que “la Constitución de Estados Unidos sirve de barrera, limitando lo que legisladores y otros empleados gubernamentales pretendan contra las libertades individuales”, no es así. Sus repercusiones son extensas y hacen la discusión todavía necesaria y válida.

Naomi Scheinerman y K.P. Callahan, bioeticista y estudiante de maestría en neonatología y ética, denuncian que “la política de oposición al aborto va más allá que la protección de la vida de un embrión, es acerca de preservar los roles de los géneros”, y consideran contradictorio que, mientras se defienden la autonomía de los padres al momento del cuidado fetal obstétrico y decisiones con respecto a procedimientos y tratamientos en las unidades de cuidados intensivos neonatales, se restringe cada vez más el papel de esos padres sobre el acceso al aborto.

Como lo sugieren la doctora Laura Weiss Roberts, editora jefe de la revista Academic Medicine, y los magistrados que se opusieron a la decisión mayoritaria de la Corte, la cuestión no solamente es compleja sino que: (1) anula precedentes de dos decisiones previas (Row v Wade y Planned Parenthood v Casey); (2) divide la opinión pública y de expertos, en diferentes proporciones, en los diferentes estados del país; (3) elimina el derecho constitucional de 50 años, que salvaguarda la libertad y la igualdad de las mujeres; (4) viola un estado de derecho fundamental, diseñado para promover la constancia en la ley; (5) pone en riesgo otros derechos de la mujer, como la decisión sobre concebir, y (6) también arriesga el derecho a la intimidad y el matrimonio entre las personas del mismo sexo.

Esa controversial decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos frontalmente vulnera la confianza del paciente con su médico, la fidelidad de la relación médico paciente y la protección de la información médica obtenida solamente por esa confianza que ahora se resquebraja con toda clase de persecución legal y moral. Pero hay un asunto que reviste preocupación significativa, que no puede ignorarse: el aborto es una condición que requiere atención médica; no se puede abandonar a la mujer con un aborto por ninguna razón. Y es que prohibir el aborto no tiene por qué traducirse en no tratar el aborto. Conocer sobre los aspectos médicos y quirúrgicos del aborto es esencial en la educación médica del estudiante de medicina como en la educación del especialista en ginecología y obstetricia. ¿Cómo se sospecha e identifica un aborto? ¿Cómo se realiza una limpieza de la cavidad uterina frente a un aborto incompleto? ¿Cuál es el manejo quirúrgico y médico de un aborto en progreso? ¿Cómo se trata a una paciente con un aborto para que no muera infectada, con choque séptico o que no se desangre? ¿Cómo se le protege su vida reproductiva?

Con Dobbs ya se ha iniciado la preparación para la persecución de médicos en Estados Unidos que pretendan manejar pacientes con abortos. Igualmente, se da paso a obstaculizar la formación integral del médico, las competencias se desmejoran y los riesgos para los pacientes aumentan en manos de especialistas con baches importantes en su educación médica. No es que se necesitan abortos para formarnos como médicos, pero no se puede denunciar y castigar al médico que atiende una paciente con un aborto en curso o aquel que utiliza los medios apropiados para proteger la salud de esa mujer o niña, mientras la sociedad señala conductas ni éticas ni higiénicas, para andar maltrechos caminos de moralidad.

Es difícil desconocer la abismal disparidad en la atención de la salud de Estados Unidos -que eleva las cifras de enfermedad y muerte- como efecto secundario de la discriminación por grupos étnicos, raciales, sociales, económicos y hasta políticos. Un huracán ideológico en el cuatrienio pasado ha golpeado la constitución del conocimiento y, mediante el florecimiento de una cultura de mentiras, ha reforzado, si no inaugurado, la era de la sinrazón o la irracionalidad en ese país. En Estados Unidos, como lo señala la editora de Academic Medicine, se ha calcuado que una prohibición total del aborto estaría asociado a un aumento de muertes maternas de 21% y de 33% en mujeres de raza negra. La muerte por suicidio se reveló 5.81% más elevada en un estudio entre mujeres en edad reproductiva que vivían en áreas donde se habían reforzado las medidas de persecución del aborto. La opinión se ha ido generalizando en el sentido de que la prohibición del aborto no va a detener el crecimiento de los números y aumentará los de enfermedad y muerte, así como la movilización de las mujeres a aquellos estados donde aún no se ha prohibido.

Se calcula que cerca del 50% de los médicos residentes de obstetricia y ginecología en Estados Unidos atiende esos programas en estados donde ya se aplican las leyes de restricción del aborto, lo que produce un entrenamiento inadecuado de la especialidad. En el año 2014, nos recuerda el grupo de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, el Colegio Americano de Obstetras y Ginecólogos (ACOG) recomendó que se incluyera educación sobre el aborto en los programas para la especialidad. La Asociación de Colegios Americanos de Medicina (AAMC) informó que el 80% de los programas incluía esta materia antes de la decisión Dobbs.

Es de esperarse que, a pesar de las varias consideraciones para escoger un programa de entrenamiento, se produzca una migración hacia programas donde se enseñe sobre el aborto, por lo que escuelas de medicina en estados que lo prohíben discuten la forma de continuar la docencia sin exponer a riesgos legales a sus estudiantes y profesores. Pero también existe el riesgo de que estos programas en estados que prohíben el aborto pierdan profesorado que migra a otros programas y estados. No serán solamente profesionales de esta especialidad, sino que es de esperar que también disminuyan docentes en pediatría, medicina familiar, medicina interna, medicina de emergencias. Todo esto se traducirá en pobres resultados en la salud de sus poblaciones.

En Estados Unidos, aproximadamente un 55% de todos los estudiantes matriculados en escuelas de medicina son mujeres. Estos porcentajes son iguales en los 26 estados donde se restringe el aborto, nos dice Alyssa Stephenson-Famy. Entre las estudiantes de medicina, 15% reporta haber sufrido un aborto, lo que implica repercusiones importantes sobre la salud y el rendimiento de estos estudiantes y profesionales frente a las medidas de restricción.

Como lo señala Stephenson-Famy, “el currículo que devalúa la educación sobre el aborto señala que las consideraciones legales sobre la salud son impuestas sobre la evidencia médica”. Un desencuentro no ocasional en un estadio donde se cambian las reglas del juego sin hacer consulta o hacerle caso omiso, con los jugadores y la otra arista de la decisión Dobbs, a la que se le debe atención.  Publicado en el diario La Prensa, de Panamá, el viernes 16 de juniode 2023

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