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En Medicina y Cirugía hay de todo. Hay internistas y médicos generales y médicos familiares.  También hay médicos especialistas en Medicina para todos los pacientes, o mejor, para todos los sistemas y los órganos y casi para todos los tejidos. Y, dejamos por fuera a los psiquiatras porque ellos controlan el centro controlador de las emociones y las reacciones, que no discutimos aquí aunque sabemos que hasta el 80% de algunas enfermedades tienen su origen muy cerca de donde los psiquiatras laboran, sin ser sus pacientes.

 

Todos son médicos y todos han hecho una subespecialidad,  aunque el médico general puede dedicarse a ser el internista de la familia y de quienes no tienen familia, el médico internista se le acude para que vea integralmente –esa palabrita que tanto molesta a la educación- a todos en la familia y el médico familiar fue entrenado para ver en el ámbito de una familia –heterosexual, homosexual, monoparental, disfuncional, etc.- adultos, niños y los problemas frecuentes y comunes de las mujeres.  En cirugía, que también son o fueron médicos (jajajaja), se encuentran los más hábiles con las manos, los que resuelven muchas veces para el resto de la vida y los hay generales, pediátricos, de tórax, cardiovasculares, de vías biliares, ortopedas, urólogos, ginecólogos, de oídos y garganta. Generalmente son buenos.

 

Con Google todos son médicos y hay algunos irresponsables que también cogen el bisturí y terminan asesinando personas que le oyen el consejo hasta al conserje.

 

Esto ha creado un bazar de seres humanos que nos equivocamos pero en quienes se confía mucho, por lo menos por un rato. La Pediatría no es distinta. Hay de todas las especialidades también, desde que el bebé está en el útero materno hasta que se convierte en “huérfano de médicos”, el adolescente.  Pero, ¿por qué esta introducción en broma y en serio? Por una sencilla razón, si el cuerpo humano está tan segmentado en tipo de células y de funciones, así no debe segmentarse la responsabilidad de su cuidado médico.  Y, si es necesario hacerlo un día, debe haber un director de la orquesta, alguien que oriente en qué sentido ir y venir.

 

Me interesa recordar algo que, particularmente en nuestro medio, es práctica de una religiosidad fanática: consultar a todo médico que se me ocurra porque no tengo paciencia para esperar que la enfermedad cumpla con su historia natural.  Esa paciencia se acaba cuando estoy muy ocupado u ocupada, cuando me trastorna el viaje que tenía planeado o la vacación que no se puede postergar, cuando me espera mi peluquero que es quien me hace esperar más que el médico en la sala de espera, cuando todo lo resuelvo con inyecciones o cuando a todo le tengo que etiquetar con una enfermedad, cuando voy a un médico más por concurso de belleza o popularidad que por sus créditos profesionales, cuando me gusta conocer más gente, cuando, en fin, escucho a todos menos al médico. Todo esto se aplica con el pediatra y los padres de sus pacientes.

 

Solo una cosa: “muchas manos en un plato, solo sirven de arrebato”.  Los niños no son adultos pequeños.  Por eso hay una especialidad médica y quirúrgica para esos pequeños que es la Pediatría y sus subespecialidades pediátricas.  Solamente recuerde que:

 

  1. todas las medicinas son potencialmente nocivas
  2. muchas de ellas cuando se han investigado antes de llevarlas al mercado, dejan por fuera en esos estudios a los niños de todas las edades o de edades muy bajas, por lo que no puede extrapolarse su uso a las edades pediátricas, como tampoco ni el beneficio ni la seguridad que pudo haberse demostrado en los estudios con las poblaciones de adultos o de niños de otras edades
  3. las dosis pediátricas no son una fracción arbitraria de las dosis de los adultos
  4. hay medicamentos, como los corticoides, que no curan pero alivian, cuyo uso indiscriminado o por tiempos prolongados –no importa la vía o forma usada, inhalados o no inhalados- detienen el crecimiento, inducen alteraciones de los huesos y el azúcar con lo cual el niño puede descalcificarse, tener fracturas óseas más frecuentemente, desarrollar diabetes o cambios en el comportamiento, por su efecto sobre el cerebro

 

Por eso es que el médico de un niño no es un médico de adultos.  Ese médico de adultos, por más bueno que sea en su campo, por más eminencia reconocida, no tiene presente ni en el consultorio ni en su privilegiada mente, los eventos propios del crecimiento y desarrollo que transcurren en las diferentes edades de un niño.  Solo tiene por delante un síntoma o una serie de síntomas que él o ella sabe tratar, pero no conoce al niño porque no trata niños. No voy a discutir el hecho de que algunos pediatras no sabemos tratar situaciones o enfermedades específicas de algunos órganos o sistemas porque nadie se las sabe todas, pero recuerde:

 

  1. el paciente no es solo un órgano o un sistema sino, integralmente, una persona
  2. el pediatra entrenado, formado, responsable y que cuida a sus pacientes conoce cuando no está en su capacidad o habilidad algo que requiere de la participación de otro especialista pediátrico, otro médico de niños

 

 

Por favor, antes de recurrir “a Raimundo y todo el mundo”, consulte con su pediatra. Si perdió la confianza en él, busque otro pediatra. 

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