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Un 79% de jóvenes de minorías sexuales revelan su orientación sexual por lo menos a uno de los padres, 2/3 partes de ellos lo hacen a uno de sus hermanos y a alguien más de la familia[1]. Otro estudio mostró que 46% de los varones y 44% de las mujeres han revelado su orientación sexual a sus padres[2] y, entre los padres, más frecuentemente a las madres.

 

La gran mayoría de las minorías sexuales tienen padres heterosexuales que estigmatizan la homosexualidad y a cualquiera que se le perciba como homosexual. Muchos de ellos modifican sus comportamientos y posturas en la medida que un ser querido y familiar confiesa su preferencia sexual. A unos les invade el temor y la ansiedad sobre la salud y el futuro de estos hijos pero les aceptan y les acompañan; a otros un sentimiento de vergüenza y de delito mal entendidos que llevan al maltrato y al abandono de los hijos [3]. Esta respuesta negativa es muy costosa, tanto a corto como a largo plazo, particularmente en medios donde se califican como delictivas la preferencia no heterosexual y las expectativas de la sociedad con respecto a la identidad de género, sus expresiones y sus roles.

 

Para asuntos de facilitar la comunicación, usaré las reconocidas siglas en inglés LGBT (lesbians, gays, bisexuals and transgenders) como la “orientación sexual discordante”, que es la discrepancia entre el sexo anatómico y la identidad de género, la representación de si mismo como hombre o mujer. Aunque esta serie es para pediatras y resume artículos del número de diciembre de 2016 de las Clínicas Pediátricas de Norte América (Pediatric Clinics of North America) su lectura puede dar información significativa a cualquier persona.

 

Ya escribí sobre las familias LGBT, ahora quiero hacerlo sobre la aceptación en las familias tradicionales, a sus miembros LGBT.   Otra vez, como pediatras debemos estar anuentes no solo de la aceptación o del rechazo, que en el seno familiar reciban estas personas sino también y, particularmente importante, las consecuencias o resultados de ello. Es de puntual interés que discutamos llanamente, en la visita clínica, estos aspectos y asegurar que los jóvenes recuperen o mantengan una sana opinión de ellos mismos, de su identidad, no importa sus preferencias sexuales.

 

Nadie puede negar la importancia y la influencia de la familia, tradicional o moderna, en el crecimiento de los hijos y la salud de sus miembros. El Instituto de Medicina de los Estados Unidos ha hecho público el hecho de que la salud mental y física de las minorías sexuales, reducidas a las siglas en inglés LGBT, están a mayores riesgos que la de los heterosexuales. La familia juega un papel importante en asegurar que esta diferencia no ocurra o disminuya y los pediatras tenemos un rol importante no solo de informar sino también en la prevención y manejo de estos riesgos.

 

La aceptación de las personas y el aprecio que ellas sienten recíproco hace más por la salud, que estar todos debajo de un mismo techo. No me agoto en recordar que las relaciones humanas en la sociedad son un asunto de reconocer la dignidad de las personas y respetar los derechos de ellas. Es un deber humano.

 

En el período neonatal inmediato estamos siempre atentos a facilitar el apego de madre e hijo mediante el contacto de piel a piel y la lactancia materna. Ese contacto piel a piel también es facilitado al padre para con su hijo. Esta iniciativa le enseña al recién nacido que va a encontrar siempre en quien sostenerse en situaciones vitales y ante el peligro. Durante la enfermedad, por ejemplo la enfermedad neonatal del prematuro extremo o muy delicado, facilitar ese contacto con los padres o la familia acelera la recuperación del enfermo. En la vida cotidiana de la familia, durante el crecimiento del niño y del joven, el desarrollo de ese apego es importante para adquirir confianza y fortaleza[4]. No se trata solamente de estar sino de responder también de forma adecuada, amorosa, coherente y sensible.

 

Los patrones de apego que se desarrollan temprano en la infancia y la niñez condicionan el yo y el otro, y aquellos niños que “encontraron” esa figura que facilitó o facilita el apego desarrollan la confianza necesaria para crecer seguros, en la seguridad de que siempre que lo necesiten, encontraran esa figura tan necesaria. Ese niño o esos niños son capaces entonces no solo de regular sus emociones sino también de explorar su ambiente o el ambiente y ser en alguna forma autosuficientes y seguros y confiables. Y sus padres trabajan junto con sus hijos en esos estadios de exploración propio del desarrollo normal de los jóvenes mientras les enseñan sus valores como individuos únicos y amados. Y aunque sea “chocante” la noticia de esa preferencia no heterosexual, donde hubo un apego sano y apropiado en las primeras edades, habrá resistencia a que ese apego sea defraudado.

 

En el otro extremo está quien no encontró ese apoyo cada vez que lo necesitó, o quien cuando lo tuvo cerca encontró una persona abusiva, errática, entrometida, y se convierte así en un hijo, un joven y un adulto inseguro y desconfiado[5]. O, rehúsa compulsivamente a sus progenitores o a uno de ellos; o, se preocupa con mucha ansiedad de quien le cuida, pero de forma ambivalente resiste esa relación. No es extraño entonces que estos individuos, incluso, distorsionan la realidad para poder copar el “stress” que se produce, mientras que aquel otro que creció con seguridad y confianza siempre se enfrenta a las situaciones de ansiedad o stress de forma apropiada que le facilita adaptarse sanamente. Poder manejar stress es muy importante porque –aunque hay personas pobremente informadas y creen lo contrario- tanto el desarrollo de la orientación sexual como el del género son experiencias de mucho stress para los jóvenes.

 

El desarrollo neurológico y cognitivo de los jóvenes adolescentes tiene rasgos que hoy conocemos mejor, que se han demostrado con estudios de imágenes y que constituyen una limitación para el manejo de situaciones de stress. Por ejemplo, el control de los impulsos requiere de un desarrollo adecuado del área prefrontal del cerebro mientras que la región límbica del mismo está relacionada con aspectos emocionales, la toma de riesgos o la preferencia por actividades de mayor riesgo. Durante la adolescencia, el desarrollo de la región prefrontal del cerebro está todavía “atrasado” con respecto del desarrollo de la región límbica y, consecuentemente, la presencia y la asistencia de los padres u otros adultos es de gran ayuda para las diversas situaciones que se experimentan en esos años del desarrollo.

 

Encontrar padres comprensivos que construyeron un sano apego con sus hijos es esencial para aquellos jóvenes que por sus preferencias no heterosexuales o por su inconformidad con su género se constituyen en serios riesgos de salud mental y física. Y observar de sus padres y familias no acceso ni respuesta a sus múltiples interrogantes y situaciones, es ruta para dejar sus hogares y exponerse a los riesgos de la calle.

 

El pediatra debe conocer las amenazas específicas a la aceptación familiar de sus jóvenes LGBT a través de reconocer los estigmas que prevalecen en esas familias con respecto a la orientación LGBT o al comportamiento de disconformidad con su género, que presente uno de sus individuos, para iniciar una intervención apropiada en los casos que o no se acepte, o exista un riesgo de que no se acepte tal determinación o comportamiento. La actitud del pediatra debe ser una de un profesional de la salud que propende por la salud de sus pacientes y la prevención de mayores riesgos de enfermedad.

[1] Rosario M, Schrimshaw EW, Hunter J: Disclosure of sexual orientation and subsequent substance use and abuse among lesbian, gay, and bisexual youths: critical role of disclosure reactions. Psychol Addict Behav 2009;23:175-84

[2] Savin-Williams RC, Ream GL: Sex variations in ghe disclosure to parents of same-sex attractions. J Fam Psychol 2003;17:429-38

[3] Rosario M: Implications of childhood experiences for the health and adaptation of lesbian, gay, and bisexual individuals: sensitivity to developmental process in future research. Psychol Sex Orientat Gend Divers 2015;2(3):214-24

[4] Bowlby J: Attachment and loss. Vol I, II and III. New York: Basic Books. 1969, 1973, 1980

[5] Katz-Wise SL, Rosario M & Tsappis M: Lesbian, Gay, Bisexual, and Transgender Youth and Family Acceptance. En: Pediat Cl NA 63(2016):1011-1025

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