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Una gran oportunidad para pelearse el control de la TV, el programa favorito en la pantalla, el uso del celular o de la tableta, no tanto así la entrada a la regadera pero sí la atención de la mamá. Eso es la rivalidad de los hermanos (“siblings rivalry”).

 

Una oportunidad para enseñarles a resolver conflictos, a tolerarse el uno al otro, a compartir juguetes y entretenimientos, a esperar y que la inmediatez es dañina, disciplina y convivencia.

 

Aquellas “oportunidades” del primer párrafo son propias entre los hermanos y se exacerban con el confinamiento en casa de la cuarentena, la frustración, la ansiedad y cuando el espacio para compartir nunca es suficientemente grande.  Los niños aprenden a interactuar primero con sus hermanos.  El aprendizaje es doloroso.  Las otras oportunidades son para los padres, padres que también se cansa o agotan, padres que tienen otras ocupaciones o intereses aparte de la crianza o en lugar de ella.

 

Naturalmente que, llenándose de paciencia, de prudencia, de buenos modales.  No alzarles la voz y menos gritarles, no levantarles la mano por cualquier travesura o respuesta también producida por la situación restrictiva que viven ambos: hijos y padres. Si hay que impartir un castigo que sea sensato, que el mismo padre pueda cumplirlo.  “Te quedas encerrado en tu cuarto todo el día” es una frase corriente de un padre desesperado, que él o ella no podrán cumplir. Esa incoherencia es didáctica: el niño aprende que el castigo o la amenaza no se cumplirán.

 

Las peleas entre los hermanos muy rara vez dejan heridos de seriedad.  Permítales un par de asaltos, que la pelea no pasará de los 15 asaltos. Aparte del hecho importante que hasta que no acabe la pelea no se oirán los argumentos de uno y otro.  Deles la oportunidad de encontrar avenidas de solución entre ellos mismos.  Resolver conflictos por si mismos tendrán, en los años venideros.  Además, irán aprendiendo a controlarse.  El auto control viene con la recurrencia de las situaciones y la memoria de los resultados.

 

Y, para los padres, los conflictos entre hermanos abren el camino para poner reglas familiares y para enseñar sobre valores y actitudes que serán necesario conocer y practicar para vivir en sociedad.  Mientras los niños se están portando bien, ni siquiera se les felicita o encomia su comportamiento.  Las peleas entre ellos captan la atención de los padres y los activan para proceder cuando el reforzamiento suele ser negativo.  Busque y rebusque reforzamientos positivos, como, por ejemplo, momentos en que haya lugar para una acción atenta de uno para el otro; enseñe a manejar las emociones con solo reemplazarles las palabras duras y rabiosas por otras del vocabulario amable. Y no deje pasar el tiempo para explorar todo lo que estuvo en la iniciación de la pelea: los qué, los por qué, los desde cuándo, y no deje pasar la oportunidad de preguntarse cómo se sienten terminada discusión que los llevó a resolver con las manos y los gritos.

 

No olvide, Ud. como padre tiene mayor capacidad de tolerancia, de prudencia y entendimiento para abordar estas situaciones con certeza y con amabilidad.

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