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Las vacunas dividen la opinión pública y no debieran dividir la opinión médica. Sin embargo, más que profesionales de la Medicina, adeptos a doctrinas de la Nueva Era, han creado un movimiento internacional, que se opone a la actividad con más alta probada eficacia y mejor relación de costo:beneficio, que pueden lucir las políticas de higiene y salud públicas.

Hace 14 años, en el año 2000, en los Estados Unidos se declaró la erradicación del sarampión. Cuatro años más tarde, en el 2004, se erradicaban la rubeola y el desastroso síndrome de rubeola congénita. Antes de establecerse los programas de vacunación en los Estados Unidos, por ejemplo, se observaban anualmente 4,085,120 casos de varicela, 530,217 casos de sarampión, 162,344 casos de paperas, 117,333 casos de hepatitis A, 200,752 casos de tos ferina, 66,232 casos de hepatitis B, 16,316 casos de polio, 47,745 casos de rubeola, 29,005 casos de viruela, 21,053 casos de difteria, 580 casos de tétanos.

Los informes más recientes declaraban una disminución del 89% de los casos de varicela, de 99% de sarampión, 99% de paperas, 91% de hepatitis A, 93% de tos ferina, 83% de hepatitis B, 100% de los casos de polio, 99% de rubeola, 100% de los casos de viruela. 100% de los casos de difteria y 98% de tétanos. Las temibles infecciones por las bacterias Haemophylus influenza (meningitis y epiglotitis) y por Diplococcus pneumoniae (meningitis, otitis media y neumonía), para las cuales hay vacunas seguras y eficaces, han disminuido en 99% y 74%, respectivamente.

Quien desconoce estas cifras y realidad, no deben ser los profesionales de la Medicina.

A la par de la tendencia que ha ido popularizándose en los últimos años de demorar la iniciación de las inmunizaciones de la infancia o, inclusive, rechazar vacunar a los niños, hemos comenzado a observar casos en números crecientes y preocupantes de tos ferina, tétanos, difteria, rubeola, paperas y sarampión. La falsa asociación de la vacuna de sarampión con el autismo ha sido puntual en el comportamiento negativo de la población frente a vacunar contra esta infección de serias consecuencias.

En el año 2014, se reportaron 644 casos de sarampión en 27 estados de los Estados Unidos, con 23 brotes.  De esos, 383 casos se dieron en una comunidad Amish no vacunada, en Ohio. En febrero 6 del 2015, la Oficina para el Control de las Enfermedades Contagiosas reportaba 121 casos en 17 estados, la mayoría provenientes de un parque de diversiones de Disney, en Orange County, en el Estado de California. Los primeros casos se dieron después de Navidad del 2014 y los contactos se trazaron entre el 16 y el 21 de diciembre. De estos, 55% no estaban vacunados y 31% no conocían su estado de vacunación. Para el 13 de marzo, 176 casos habían sido reportados al CDC, 90% provenientes de 4 brotes, la mayoría entre no vacunados.

El sarampión, caracterizado por fiebres altas, un exantema generalizado y tos puede constituirse en una seria enfermedad. Uno de cada 4 pacientes requieren hospitalización, 1 de cada 1,000 pacientes desarrollará una encefalitis aguda que puede llevar a daño cerebral, y 1-2 de cada 1,000 enfermos morirán, aún en los mejores centros hospitalarios. Las vacunas aplicadas a los niños han prevenido más de 100 millones de infecciones serias con muy pocos efectos adversos.

Sin duda alguna, este brote de sarampión ha traído a la palestra el encendido debate entre los valores individuales, los derechos de los padres y los intereses de la salud pública. En una sociedad de corte liberal, el individuo reclama que está en plena libertad de rechazar medidas que se esgrimen necesarias para la protección de otros, no importa sean una mayoría o los menos privilegiados o los más desposeídos de la sociedad; el Estado no puede entrometerse en el hogar y sus decisiones; y, el derecho al consentimiento informado no puede soslayarse ni siquiera en emergencias nacionales.

Comienza a tejerse ya y contrario a lo buscado, un sentimiento adverso hacia quienes no vacunan a sus hijos. Al aumentar el número de individuos que no se vacunan, la protección que el mundo de los vacunados confieren a los no vacunados se ha perdido prácticamente. La inmunidad de rebaño, que ostenta cifras diferentes para cada enfermedad, se agota con esta creciente tendencia de no vacunar y, hoy, en el espacio reducido y hacinado del consultorio pediátrico, donde encontramos niños susceptibles a infecciones, como aquellos inmunológicamente suprimidos por medicamentos o por su enfermedad; o, como lo son los recién nacidos, que han perdido la masa de anticuerpos protectores transferidos de la madre a ellos durante la gestación, el riesgo de enfermarse con infecciones prevenibles no solo es alto sino que es intolerable.

Si nos trasladamos al ambiente de la guardería o de la escuela, o al del parque de la comunidad o el área común de las edificaciones que albergan múltiples hogares y familias la situación de desprotección se repite. No debe extrañarnos entonces, que no se permitan niños sin vacunas o aún no vacunados en estos sitios y actividades de la infancia. El pediatra podrá establecer que no acepta como paciente a ningún niño que no esté actualizado en sus inmunizaciones. Igual puede hacer la escuela. Y solo estarán socialmente exentos de vacunas, grupos minúsculos que no constituyen un peligro para la inmunidad de rebaño y, por tanto, para otros tantos niños y adultos; y cuya exención tiene razones médicas.

Debemos tener claro que asirse legalmente al derecho del consentimiento informado para rechazar las vacunas no es suficiente para pasar por encima del derecho de los demás a no ser expuestos a enfermedades serias y fatales. El principio elemental y básico de no hacer daño es vulnerado por quienes se convierten en eficientes vehículos de estas enfermedades prevenibles.   El derecho de este paciente lo limita el derecho del otro a no ser expuesto a enfermedades prevenibles, que se agrava sin la aceptación de aquella conducta, por los grupos expuestos y a riesgo de enfermarse.

No es ético exponer a otros a enfermedades infecciosas prevenibles cuando se tiene disponible la forma probada de prevenir esas enfermedades.

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