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Por ser un tópico de prístino interés para mí, como médico, he leído cuidadosamente el escrito de la abogada Haydée Méndez Illueca: “La negligencia médica, en la mira”. Mis comentarios los alejo puntualmente de una defensa nefasta al encubrimiento de faltas o delitos, que considero, no es lo que anima a los médicos considerados “expertos testigos”, ni a la sociedad médica, aunque se den. Y, también señalo que no soy proclive a la medicina paternalista, donde el delito ni siquiera está en la equívoca toma de una decisión sin cuestionamientos, sino en el error de ignorar el derecho del paciente a ser informado ampliamente para que sea él, ella o quien haya sido autorizado para hacerlo en su nombre, quien tome una decisión de entre opciones sensatas.

Todo proceso de toma de decisión en el ámbito clínico y quirúrgico tiene implícito, riesgos. Y los tiene porque no se tiene siquiera un panorama con todos los elementos en cada caso, ni con todas las respuestas. La cuantificación objetiva de riesgos, beneficios y resultados para las diferentes y posibles modalidades terapéuticas no está disponible siempre en toda su extensión y especificidad. Y, aún teniéndola, cada caso es diferente y, cuánto es mucho o poco riesgo, no resulta de una ecuación matemática sino que contiene elementos subjetivos porque depende también de los valores del paciente, de la familia, de los médicos y de la sociedad. Esa intersección entre evidencia y valores en la clínica está siempre presente pero el resultado es impredecible. En ese marco, señalar que la clase médica se constituye en un ente para proteger a los médicos ante que a los pacientes, resulta quizás, sesgado.

El médico en un momento dado e irrepetible se decide entre aceptar y mitigar riesgos. Lo infortunado es medir la calidad de la decisión en base al resultado o, peor, por motivaciones emergentes de una pobre o dañada relación médico:paciente; o, incalculables montos de costos, que atentan contra la seguridad financiera y económica de los individuos y la sociedad. Quizás es el momento de que los médicos nos volquemos a favor de una participación activa del paciente o la familia en la toma de decisiones médicas y que ésta sea centrada en la familia, tanto en el consultorio como en la sala hospitalaria. De esta forma, ¿persistirá la idea de que toda fracaso clínico es por negligencia médica? De seguro que aumentará la satisfacción de las familias de los pacientes y de los médicos tratantes.

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