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¿Que “la economía que dejó Varela anda por el suelo”?  Sí, y en todo el mundo.  Pero que “a mí lo que me importa es lo que pasa en Panamá”.  Sí, y es corrupción.   Y, ¿qué es economía?  “Tener más contratos, yo tenía más contratos con la administración de Martinelli, había más contratos”.  Y, ¿los tenías repartiendo coimas?  “Sí, pero había más plata en la calle”.  Entonces, te estamos pagando nosotros tus mejores tiempos.

 

Estos son algunas de las afirmaciones de gente con formación universitaria, profesionales de la construcción, administradores de empresas, gerentes y directivos de ellas, privadas y del Estado, gente joven y gente buena donde permeó el comején.  A veces pienso que allí es donde se genera la oposición a una administración que tuvo que detener “la vorágine del progreso”, los negocios para hacer dinero rápido, el flujo ininterrumpido de depósitos bancarios entre amigos o dueños.  Los dineros, naturalmente, ajenos.

 

Para estos jóvenes buenos, que, de un día para otro, a unos meses de un título universitario o unos pocos años de ingreso a la banca y a la empresa privada comenzaron a tener y ver los dineros que no estaban proyectados, tuvo que ser algo así como un haz enceguecedor de luz celestial.  Y detrás, como trueno, la imagen todopoderosa del gran jefe de la creatividad y de la protección.   Pero, realmente lo que hizo fue usarlos como de carne de cañón porque se escapó dos veces con munición ajena y eficaz. Aquí y allí siguen estos y otros jóvenes añorando ser nuevamente carne de cañón abandonada, porque el otro requisito es el silencio de las tumbas.

 

Cuando pienso si fue una empresa extranjera -también de la construcción, Odebrecht- quien sembró la semilla de la corrupción, quien elaboró los caminos del asalto, robo y escondite a los dineros para la salud y la educación de nuestros pueblos; o si fue el rimbombante conglomerado de empresas y empresarios de Blue Apple, quien aprendió con rapidez de genio los mecanismos y los vericuetos por donde andar y encontrar fortunas, no importa enlodar a la familia con tal de ser ricos; recuerdo que no son empresas sino hombres y mujeres, y me pregunto, quería decir, ¿cuánto empresario menor hay aún en lo mismo, cuánto ciudadano en la minoría de edad entró tempranamente a esta universidad de y para delincuentes y se graduará fuera de las mazmorras húmedas y oscuras, donde pertenecen?

 

Desafortunadamente, encontrar la respuesta no es la solución.  Las respuestas siguen escondidas.  Castigar el silencio frente a las evidencias, sí.  Inhabilitar derechos de frente a quienes burlan esos derechos, sí.  No tenerle miedo a la opinión lógicamente adversa de los delincuentes y forjar con firmeza el camino en favor de la honradez, sí.

 

“Modernizar las instituciones políticas y jurídicas” solo funciona si quienes llevan a cabo esa empresa robustecen la legitimidad que da la honradez probada en la administración del bien público.  La pobreza, la desigualdad, la discriminación o la exclusión seguirán en la medida que nuestra lucha contra la corrupción y la impunidad no goce de la coherencia necesaria para honrar la dignidad de la persona.   24/11/2109

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