Hace 12 años, la revista The Lancet[1]publicaba el resultado de un estudio sentido sobre el daño del uso indebido y abuso de drogas identificadas como generadoras de serios problemas de salud, con el propósito de crear un sistema de clasificación superior a lo existente hasta entonces, en Inglaterra. Este trabajo dio como resultado una gráfica, popularizada, donde en un plano cartesiano, el eje de la abscisa (la horizontal o X) es el Daño Físico; y el eje de la ordenada (la vertical o Y) es el grado de Dependencia. Allí se agruparon en 3 colores: amarillo, naranja y rojo diferentes drogas ilícitas, 5 legalizadas pero de uso inapropiado, y una como referencia, la ketamina, para indicar drogas blandas o menos dañinas, drogas intermedias y drogas duras o muy nocivas e incluso, con la sugerencia de que se utilizara este sistema para la evaluación de abuso de drogas nuevas en el futuro.
Esta gráfica se ha utilizado para diversos intereses, uno de ellos, para señalar que el cannabis, representado en amarillo, es una droga blanda, mucho menos dañina y que crea mucho menos dependencia que, por ejemplo, la cocaína o la heroína (en color rojo), incluso que, el tabaco, el alcohol y las anfetaminas (en color naranja). Los grados de Daño Físico y de Dependencia se enumeraron como 1, 2 y 3.
Era el 2007 cuando se hizo la publicación. La categoría de daño se basó en 3 factores que juntos determinaban el daño asociado de cualquier droga con potencial de abuso: el daño físico causado al individuo, el efecto del uso de la droga en las familias, y en la sociedad.
La evaluación de la propiedad de la droga para producir daño físicose concentró en el daño al sistema respiratorio y en el daño al sistema cardiovascular, tanto en forma aguda como crónica. También fue considerada la ruta de administración: la vía endovenosa, como con la heroína, marca mayor puntaje por el riesgo de muerte súbita con la administración endovenosa, que marcaría el tabaco, inhalado. El daño físico agudo, como la depresión respiratoria con los opioides o las crisis cardíacas agudas con la cocaína fue una de las 3 facetas evaluadas con respecto al daño físico. La toxicidad aguda se midió por la relación entre la dosis letal (que mata) y la dosis terapéutica (que trata). Las otras dos facetas de daño físico fueron: el daño físico crónico por el uso repetido (por ejemplo, alguna forma de psicosis, como con los estimulantes, o el daño pulmonar crónico, como con el cannabis); y, la tercera faceta está relacionada con “problemas específicos asociados al uso endovenoso”.
De la marihuana sabemos hoy -que no se sabía antes del 2007- que el daño cognitivo y cerebral estructural que induce la marihuana en quien la usa diariamente o se inicia temprano en la adolescencia es de aparición clínica “tardía”, aunque ya conocemos también de cambios estructurales desde su inicio.
En cuando a la dependenciase consideró que el mayor placerproducido por la droga la calificaba con más puntos en cuanto a que ese placer se tradujo como la capacidad adictiva de la droga evaluada. En este elemento se consideró la capacidad de conseguir placer de forma temprana,rápidao prontamente (el conocido “rush”) determinado por su entrada al cerebro. La otra situación para calificar la dependencia fue la regularidad o repeticiónde su uso, y allí, los alucinógenos (ácido lisérgico, la mescalina) marcaron alto a pesar de que se usaran menos. La dependencia física manifiesta por tolerancia (necesitar dosis crecientes), y por la urgencia o desesperación por usarla (“craving”) con reacciones por la abstinencia cuando se ha suspendido su uso no aplicó entonces para la marihuana. En esos años, la concentración de la marihuana botánica, de la planta, era alrededor del 3%-4%, creando menos riesgo de dependencia o adicción que lo que conocemos hoy con concentraciones de THC alrededor de 16% en la planta, y hasta de 65% en las formas de marihuana sintética.
Igualmente, estas consideraciones son aplicables a la dependencia psicológica que también fue uno de los elementos analizados por Nutt y colaboradores para crear esta sistematización del daño y dependencia de las drogas legales e ilegales. Naturalmente que entre mayor el grado de intoxicación con estas drogas, mayor fue su calificación sobre su impacto negativo sobre la sociedad: la enfermedad, las muertes, los costos a las economías de los países y de las familias.
Sin entrar en detalles, hoy hay muchos elementos de evaluación más objetivos y duplicables, uno de ellos, el uso de la resonancia magnética funcional que permite evaluar la actividad celular neuronal y la conectividad neuronal cerebral en el momento que el individuo está expuesto a la droga que se estudia. También hoy, las técnicas y las pruebas para evaluar la cognición son mucho más precisas y reproducibles. Estos elementos de evaluación superan aquellos que Nutt y sus colaboradores pudieron evaluar en su época y, por ello, utilizar el diagrama popularizado, genera confusión e imprecisión (“misleading”) suficientes para dejar de catalogar las drogas nocivas y dañinas al cerebro, como adictivas, en “blandas y duras”. Lo crítico es, como con la marihuana hemos estado señalando desde hace algún tiempo, que hay daño probado cognitivo y estructural al cerebro desde muy temprano en su uso, mayor entre más temprano su uso, y en condiciones de mayor riesgo hoy con una marihuana botánica más rica o más concentrada en 9-delta-tetrahidrocanabinol o THC, el canabinoide adictivo de la marihuana. 20/7/2019
[1]Nutt D, King LA, Saulsbury W & Blakemor C: Development of a rational scale to assess the harm of drugs of potential misuse. The Lancet March 24, 2007. 369(9566):1047-1053