Personas conocedoras y no solo fantasiosas coinciden en opinar que las perlas negras son más hermosas y no solo más raras, que las clásicas perlas “blancas” o aperladas. Y como vestigio discriminatorio, también se asocian las negras, a situaciones no agradables o desagradables.
En Medicina, “una perla” es una forma de conocimiento, una aseveración de sabiduría, sobre alguna entidad biológica. Hay incluso mini textos médicos titulados “Perlas… Esa perla es la aperlada, por lo que mis perlas negras son solo productos anecdóticos, sin sentido o irrisorios, que subsisten por la tradición o la locura, por la gracia o por el ingenio.
Aquí, algunas:
En un interesante artículo, y porque este aprendizaje me entusiasmó, Melody Dye[1] nos refiere aspectos del lenguaje de los colores, muy interesantes. El lenguaje del color no es lo universal que pareciera ser. Las tonalidades tan diversas tienen nombres y se distinguen de formas diferentes en diferentes regiones del mundo. Incluso para los colores básicos. Como lo expresa Dye, en el norte de Namibia, el dialecto Himba tiene un vocablo “zoozu” para esta tonalidad entre negro, verde, azul y morado; y, “serandu”, para aquella que tiene bastante de rosado, morado y rojo. Y como si fuera poco, aún en lenguas muy similares en cuanto al vocabulario para los colores, un color dado no se refiere a un mismo grupo de tonos.
Esto implica que el aprendizaje del lenguaje no conlleva solamente aprender una palabra sino la peculiaridad que para un color, el lenguaje de uno reconoce y utiliza. Si a esto se le agrega el efecto que, por ejemplo, la luz o cómo incida, junto a los objetos que existen o no a su alrededor producen, entonces es más difícil aceptar que existe solo un tono para un color. Pero el lenguaje de los colores es un lenguaje de adjetivos, no de nombres, y su variedad es superior. Entonces, el niño no tiene la misma capacidad –tan temprano- de distinguir una variedad de tonos de color, que la capacidad que tiene para distinguir un perro de un gato. Y es por esto que los niños aprenden primero los nombres que los adjetivos y aprenden primero a decir perro o gato, que rojo o naranja. Cuando un niño aprende el color rojo, incluye o excluye diferentes tonalidades de rojo hasta que eventualmente madura su lenguaje de los colores. Esto no se domina a los 20 meses de edad, ni a los 24 meses de edad y quizás ni a los 36 meses de edad.
Y otro aspecto que olvidamos. Mientras en español usamos el adjetivo después del nombre: la pelota roja, en inglés se prefiere usar el adjetivo antes del nombre: la roja pelota (“the red ball”). Al niño que se le exige conocer los colores en los dos idiomas, se “la estamos poniendo difícil”. No será solo aprender de memoria un color sino aprenderlo mediante un intrincado asunto de la atención, donde lo visual juega un papel importante, en toda conversación. Entonces, cuando el nombre va por delante del adjetivo (pre nominal), uno enseguida se pone en estado de alerta y se enfoca en el nombre o sujeto para hacer la relación (el gato…negro), algo que no se puede hacer cuando es el adjetivo (el negro…gato) el que se coloca por delante del nombre (post nominal). Esto se complica más si realizamos que para el niño, el adjetivo o es nombre o es propiedad, dependiendo cómo se usa.
Entrenar al niño utilizando el adjetivo después del nombre mejora el resultado de las pruebas sobre los colores. Así que si lo que se quiere es que el niño domine los colores a los 2 años, enséñelo consistentemente utilizando el color después del sujeto o nombre. 25/11/2016
[1] Dye M: Why Johnny Can’s Name His Colors. Scientific American, July 13, 2010