La forma ascendente y rápida en que las estadísticas sobre la incidencia de los trastornos del espectro autista (TEA) se constituye en otro elemento de alarma y preocupación que trae consigo incertidumbre.
Para el año 2010, en población nacida en el 2002 y en base a 11 reportes, la prevalencia por cada 1,000 niños fue de 14.7, lo que arroja una tasa de TEA de 1:68 niños.
En un período de 10 años, la incidencia se ha duplicado, de 1:150 a 1:68. Estos datos de la red de monitorización del autismo y otros desórdenes del desarrollo, se empiezan a escudriñar para reconocer las causas, hasta hoy, desconocidas.
Los interrogantes son múltiples, las falsas respuestas o elucubraciones, también.
Podemos decir que la diferencia por género está dada por hechos excluyentes:
Para hacer un diagnóstico presuntivo temprano hay que tener elementos, pero hoy se considera que un diagnóstico se puede validar tan temprano como a la edad de 2 años.
Cuando un médico cuidadoso habla, antes de esta edad, de un trastorno inespecífico del desarrollo, o un trastorno del desarrollo de otra manera no especificado, no lo hace porque sea un chambón nacional, sino porque aún no puede determinarse cuál de mucho de estos trastornos puede ser la causa de los síntomas del niño. Es necesario que se reconozca que los trastornos del desarrollo, porque no se conoce su etiología, se clasifican en base a una colección de comportamientos y elementos del desarrollo.
El autismo es un trastorno del desarrollo cuyas manifestaciones en las áreas de la comunicación –no solo lenguaje ni exclusivamente lenguaje hablado- como de socialización y “visión”, algunos padres pueden ya observar en el primer año de vida. Pero, cuidado con llamar autismo prematuramente y entorpecer su manejo. Hay otras buenas razones para comportarse diferente, sin que se trate de esta condición.
En la era genómica, el TEA es un grupo heterogéneo de trastornos definidos por la díada del compromiso de la comunicación social y la presencia de patrones de conducta o interés repetitivos y restringidos.
Más del 25% de los niños con TEA tienen como causa una variante genética conocida o un síndrome y esto irá en ascenso, por lo que la consideración idiopática del autismo ya se ha abandonado. Cada día se reconoce mejor el denso papel que juega la genética en su génesis.
Su diagnóstico requiere:
De todo esto resultará “la mejor estimación clínica” para iniciar manejo.
Los criterios diagnósticos del DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) se han resumido al unir las categorías de función social y de comunicación en una sola: los trastornos de comunicación social, que muestran las deficiencias verbales y no verbales íntimamente unidas a las deficiencia sociales, particularmente en los primeros años del desarrollo; y, han considerado el término de TEA, como el paraguas donde se incluyen todo aquello anterior que creó una estampida desordenada de conductas: Asperger, trastornos perversos o perversivos, trastornos de otra forma no definidos, y, trastornos autísticos.
La presentación de este trastorno es muy heterogénea:
** La co-morbilidad de DI y TEA requiere examinar cuidadosamente el desarrollo temprano y las habilidades cognitivas en las variantes y síndromes genéticos para confirmar la especificidad del diagnóstico de TEA. El clínico debe considerar la edad mental y no la cronológica del niño cuando evalúa su lenguaje, su comportamiento social y su comportamiento, ya que hacer la comparación en base a la edad cronológica llevaría a un sobre-diagnóstico de TEA.
Las figuras relacionadas con la genética son puntuales:
Hasta aquí tenemos información nueva que cada día se produce en la investigación seria y estructurada.
No termino sin advertir que no existe ningún tratamiento sobre el origen del TEA, por lo cual, menos se puede decir que alguien tiene un tratamiento que lo cura.