Call: +507 269-9874
Address: Consultorios Médicos Paitilla

 

 

No estoy de acuerdo que los hospitales se conviertan en una cantina –alcohol y escándalo- cada vez que nace un niño en sus instalaciones.   Tampoco lo están la madre de ese niño, las madres de otros niños, ni el resto de los pacientes que se alojan allí temporalmente, con malos sueños y peores dolencias.

 

Dice el psiquiatra que, si realmente quiero arreglar un asunto delicado con mi esposa, tomar decisiones conjuntas, la conducta apropiada y genuina es conversarlo tan pronto sea posible, sin arandelas ni creando circunstancias, sin postergar o procastinar. Si, por ejemplo, la invito a cenar, a tomarnos unos “drinks”, luego a bailar y lo que siga, no estoy tratando con certeza de encontrar solución al conflicto delicado o discutir el asunto vital. Dicho de otra manera, no es con una fiesta que resuelvo las diferencias que surgen como pareja o las eventualidades que siempre se les debe espacio para ser discutidas o compartidas, por su relevancia.  La fiesta puede llegar después, en su momento y en su lugar apropiados.

 

Este ejemplo, mientras discutíamos cómo es la mejor forma de recibir a un nuevo hijo y celebrarlo, ilustra cómo se confrontan o se escapa a los diversos asuntos que transcurren en un hogar o familia. La celebración puede hacerse enriqueciendo la unión familiar con la esposa y madre, en intimidad de pareja que se ha comprometido a caminar juntos para el crecimiento y desarrollo óptimos de sus hijos. Para ello, la fanfarria sobra y estorba. El alcohol y la música disimulan el verdadero sentido de fiesta y alegría. No es asertivo ese comportamiento.

 

Otra cosa es recibir amigos y familiares para “presentar” al nuevo miembro de la familia, y eso, se puede hacer en otro momento. Inmediatamente después del nacimiento de un hijo, ya sea por vía de parto vaginal o de una operación cesárea, la madre está agotada, necesita descansar, quiere privacidad con su hijo y con su esposo. Los impertinentes que se hacen pasar por visita o muy conmovidos, no pocas veces, además de interrumpir el descanso necesario de la gestante que acaba de dar a luz, vienen “a cumplir”, una estrategia social, solamente, y un acto de desconsideración.

 

Tengo que confesar un sentimiento de desagrado y de desaprobación cuando veo llegar a la puerta principal del hospital, a las 8 de la noche o a las 11 de la mañana, o a la hora perentoria, un séquito de empleados privados cargando cajas de licor y comidas para iniciar la juerga que celebra el nacimiento de un nuevo hijo, sin consultar la disposición de la madre quien, no solo estará cansada sino que también quiere ocupar todo su tiempo para estar con su hijo, su esposo y su familia inmediata, alrededor del acontecimiento íntimo que enriquece a las familias.

 

Que es esto algo “cultural”, como se le llama hoy día a toda actitud sin cultura, será siempre discutible.

 

Debemos puntualizar que los hospitales son casas de salud, de atención de la enfermedad o de condiciones que pueden complicarse, de medicina curativa y preventiva. Los hospitales no son clubes sociales, no son parques de diversión. En sus pasillos y en sus habitaciones pululan microbios resistentes a antibióticos. El hacinamiento en ellos es tan negativo a la salud como el no disponer de medidas higiénicas, que se dificultan con el exceso de pacientes y de visitantes.

 

Cada vez que he preguntado a la nueva madre o a la madre de otra vez, sobre su aprobación a estas “reuniones” del bullicio, lo que he recibido de respuesta es que quisiera que no se hicieran; que ella lo que quiere es descansar; que no se siente en la mejor forma de recibir visitas. En resumen, que prefiere que el nacimiento sea un evento familiar.

 

Es hora de que los hospitales dejen su actitud de complacencia por ganar adeptos, y le den a esas instituciones, el carácter sanitario que les es propio.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.