- Mar 26, 2015
- Pedro Vargas
- Padres
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La fiebre no es una enfermedad, es un síntoma y un mecanismo fisiológico beneficioso. Uno de los que más angustia produce en los padres. Uno que los pediatras consideramos propio y necesario en el proceso de curación de las infecciones. Uno que no indica la gravedad de la enfermedad. Uno que no empeora el curso de la enfermedad y que no deja complicaciones neurológicas.
La fiebre se trata para ayudar al niño a que se sienta mejor y no exclusivamente para normalizar la temperatura. No olvidemos que los fármacos para la fiebre no están exentos de efectos adversos. Por ello, lo primero es conocer cuánta fiebre existe. Si la fiebre no está por arriba de 38.5ºC o 101.4ºF., no es necesario dar medicinas, basta con bañar al niño con agua fresca y ofrecer abundante líquidos a ingerir.
Tan importante como conocer la temperatura del niño febril es observar su actividad, su sueño, su interés en los alimentos, su producción de orina, y, disponer que las medicinas para la fiebre se mantengan en un lugar seguro, fuera del alcance de los niños. Temperaturas superiores a los 41.2ºC o 105ºF sí alteran ciertas funciones pero no dañan, sin embargo, podrían indicar infecciones serias y ese niño debe ser evaluado por su pediatra. No use alcohol o tinas con hielo para bajar la fiebre.
No hay evidencias que alternar el uso de acetaminofeno e ibuprofeno es superior a usar uno solo. Sin embargo, cuando los picos de fiebre se ocurren muy cerca entre uno y otro, el tiempo transcurrido para repetir una dosis del antipirético elegido no es suficiente y se puede utilizar otro producto asegurando la hidratación del niño para proteger sus riñones de daño por deshidratación.