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El país paternalista se desmorona. El paternalismo no es más que otra faceta de la corrupción. Aborta la empresa individual. Trunca el coraje para vencer la hostilidad y la adversidad. Genera la proliferación del “juega vivo”. Se recurre al gobierno para resolver hasta el silencio del “ring”, para despertarnos de la letargia en que nos hemos sumidos por años frente a la corrupción.

 

No es dolor sino vergüenza lo que hay que sentir cuando por un lado son otros países o gobiernos –con trayectorias inmorales o no- quienes nos señalan los actos de corrupción de nuestros propios ciudadanos, y, encima de todo esto, nos dictan las normas de conducción sobre la Ley que rige nuestros derechos y libertades. Una lacra social y política, no un dolor.

 

Claro que cada uno se da el gobierno que se quiere dar, no necesariamente el que se merece dar. El merecimiento es la recompensa o el castigo. Pero cuando lo inmoral se hace legal y lo legal, constitución, no hay por qué agacharnos para esquivar la pedrada o levantarnos para lanzar otra. No se trata ahora de decir si nos quieren asfixiar económicamente sino estimar si los logros económicos alcanzados se han hecho asfixiando a otros. No se trata ahora de decir que la soberanía se ve amenazada desde el exterior, sino si hemos amenazado nosotros mismos, desde el interior, nuestra soberanía.

 

Somos un país de contraste y es lógico pensar que tenemos personas que contrastan con otras en todos los sentidos. En el sentido de hacer las cosas. En el sentido de las exigencias que cada uno se propone. En el sentido del tiempo y dedicación al trabajo y a la profesión propias. En el sentido de honrar la ciudadanía y la legalidad. En el sentido de cuidar la ciudad y a sus gentes. En el sentido de hacer patria para las generaciones venideras.

 

Lo que hemos hecho en la administración de la vía canalera desde el año 2000 y lo que hemos logrado con la ampliación del Canal de Panamá es una empresa nacional, es una prueba de nuestro liderazgo y nuestra capacidad para hacer las cosas bien y cumplir con los nacionales y con las otras naciones. El plan maestro del Metro de Panamá, reconocido fuera del país como uno de los mejores del mundo, se ha estructurado para por lo menos 5 o 6 futuras administraciones en un ambicioso y posible propósito de servir a toda la población, pero puntualmente a quienes requieren de un transporte seguro, confiable, puntual y expedito. Estamos hablando de ocho líneas y 90 estaciones para los próximos años. No nos equivoquemos, esto solo puede hacerse con dedicación y compromiso.

 

Lo que han logrado empresas privadas como COPA -de nuestra aviación- determina nuestra capacidad de competir y triunfar en un campo altamente riesgoso y delicado. Desde la consecución de múltiples y atractivas rutas hasta lo que a veces creemos que no viene en nuestro ADN, como es el cumplimiento de horarios y responsabilidades para con otros.

 

Mantenemos una lucha contra la impunidad que apenas comienza y que no terminará, pero el único camino no para borrar la corrupción pero sí para enseñar que el delito se paga y el que se arriesgue a delinquir, que mejor se cuide de no equivocarse otra vez, porque la Justicia no se equivocará.

 

Los caminos de éxito no han sido pavimentados. Han sido arduos, largos, dolorosos; estos sí, dolorosos. Pero se pueden andar. Lo hemos demostrado. El liderazgo tiene que continuar pero no es de todos la cualidad. El líder no solo debe parecer limpio, sino serlo. No solo debe parecer serio, sino serlo. No solo debe parecer justo, sino serlo. No solo debe saber comunicar, sino escuchar. No solo debe tomar decisiones, sino saber priorizarlas. Es probable que también le exijamos dicción y fuerza en el verbo, pero yo le pido no faltas y verticalidad en la acción.

 

Pero estos logros los esconde, obscurece o invisibiliza la corrupción, las noticias tardías de los delitos, las acciones individuales de poderosos y acaudalados empresarios o la avaricia del profesionalismo sin ética y sin humanistas, y la callada postura y decisión de un sistema jurídico podrido.  Nada de esto lo cambia cambiar la Constitución. Lo cambia cada uno de nosotros, cuando empecemos a cambiar dentro de nosotros mismos y escojamos que es más digno y paga mejor caminar con la frente en alto, dormir tranquilo y dejar a los hijos una trayectoria de trabajo y de servicio honrados.

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