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La escuela está llena de niños enfermos

         La escuela también educa nuestro sistema inmune.  Al nacer, este sistema existe en bruto, como una piedra de mármol paro, como un trozo de madera de jobo, como un lote limpio y emparejado, tierra, agua y paja suelta para amarrar el lodo.

         Nos toca darle forma y, como en una junta de embarra se levanta una vivienda, los amigos, los vecinos y la familia nos ayudan a levantar un sistema inmune fuerte, atento, alerta y experimentado.  Pero, no vamos a la escuela para enfermarnos, vamos para aprender, socializar, hacer amigos imperecederos, aunque fallemos algunas veces o, muchas veces.  Al final nos graduaremos con un equipo de defensas a las infecciones con mucha experiencia y sapiencia.  Nuestro cuerpo no será como una casa de quincha, sino como un rascacielos que confronta los vientos, las tormentas, los calores y los fríos, los temblores y terremotos.

         Pero no vamos a la escuela para enfermarnos ni debemos ir enfermos.

Hay -no pocos- padres, que creen que la matrícula a Harvard la hace el cuaderno de asistencia a un parvulario, a un kínder, a una escuela primaria. Harvard quiere mujeres y varones sanos. También los quiere así la primera escuela, la segunda y la tercera. El parvulario, el kínder, la escuela quiere niños sanos que puedan atender las clases, jugar, compartir, todo para aprender.  No quiere niños enfermos para que enfermen a otros, ni siquiera porque la enfermedad le hace docencia al sistema inmune.

No es difícil reconocer otras razones, además de la prioritaria de educar y formar a los niños, para ir a la escuela.

Hay familias que no tienen con quién dejar a los niños en casa cuando sus adultos salen a trabajar.  Hay familias que les sale más económico invertir algún dinero en el parvulario que en una “nana” que cuide a los niños en la casa, los bañe, los alimente, juegue con ellos, los saque un rato afuera de la casa, les converse y acompañe.  Todo eso lo hacen algunos parvularios y por menos dinero.

Pero, hay otros parvularios que, a pesar de no proponérselo, se constituyen en un depósito de niños ajenos con necesidades diferentes cada uno y con personal insuficiente para esa demanda.  Allí llegan muy fácilmente niños enfermos.  Y no quiere decir que otros parvularios con mejores facilidades, con más maestros, con más recursos no se utilicen como guardería para guardar niños en horarios difíciles para los padres, niños que llegan enfermos a pesar de que sus padres lo conocen.

También hay padres que depositan a sus hijos en las escuelas con un horario y calendario impecables, para 5 en asistencia, para cumplir ellos con sus horarios de muchas otras actividades sociales o laborales. Estos no pertenecen al grupo descrito al inicio, y ciertamente, no conozco si son mayoría, pero afectan a las mayorías de otros niños y familias.

Ha llegado la hora del recreo.

Los niños enfermos, en su etapa inicial de pre- y escolaridad, sufren enfermedades infecciosas en un altísimo porcentaje.  También hay enfermos por enfermedades crónicas, enfermedades con las que se nacen, familiares, malignas. Afortunadamente no constituyen éstas la mayoría de las condiciones por las cuales los enfermos necesitan descanso, reposo, líquidos y atención en casa.  La atención a las enfermedades infecciosas no se hace en las escuelas.  Además, las enfermedades infecciosas son eso: infectan a otros.

A menudo la familia de un niño con una enfermedad respiratoria me pregunta, “¿es contagiosa?”.  Todas las enfermedades respiratorias, y más entre niños, son contagiosas.  Son contagiosas por su misma naturaleza, por la capacidad de los organismos que las causan, para infectar.  Es como preguntarse si bajo un chaparrón, sin paraguas ni capote, en la calle, ¿nos vamos a mojar? Sí, nos vamos a mojar. Y si no guardamos medidas de higiene, también nos vamos a infectar de un niño infectado que infecta a otros niños con los que comparte tiempos de juego y estudios o convive.

Las gotitas de secreciones nasales o las que expele con fuerza la tos, aún la tos seca, son los mejores vehículos donde viajan los virus o las bacterias y otros organismos que infectan las vías respiratorias.  Basta con conversar a poca distancia, en voz alta, o muy cerca, en susurros, o muy lejos, en espacios cerrados y estrechos para que nos infectemos con los mismos organismos que han infectado a nuestro amigo en el trabajo, a nuestro familiar en la casa o, a nuestro compañerito de escuela. Y si cada vez que se tose o se estornuda, se utiliza la mano desnuda para cubrirnos la boca y la nariz, esa mano va harta de organismos que infectan y gustosas y con buenas maneras, alcanzan la otra mano ajena, que saludaste con decencia, entusiasmo y sin haberte lavado las manos.

Son las manos el mejor vehículo para trasmitir enfermedades infecciosas que producen tos, diarrea o vómitos.  Incluso, enfermedades por parásitos intestinales.

Por ello, los parvularios son una oportunidad única que tienen virus, bacterias y parásitos para infectar y enfermar con gran eficiencia y eficacia.  Por ello, los parvularios y escuelas deben ser estrictos en sus medidas higiénicas de prevención.  Con solo tres de ellas, colaboran a mantener sanos a sus estudiantes.

La primera: no permitir la asistencia a sus facilidades escolares a ningún niño enfermo y advertirlo a los padres, que son el primer sitio de peaje, para andar la carretera hacia la escuela.

Lo segundo: lavado de las manos constantemente, aún sin tener ningún síntoma porque todas las enfermedades infecciosas tienen un período de guardar silencio, cuando se dispersa mejor la enfermedad, el período de incubación de la enfermedad. Para esto hay que tener jabón y agua para los lavamanos, agua para la disposición de excretas, y toallitas de papel desechables, para el secado de las manos y para limpiar la carita de las secreciones que el niño pequeño no se sabe limpiar.  Esto es responsabilidad de los administradores de las escuelas, el Ministerio de Educación, para las escuelas públicas, y los que cobran las matrículas, en las escuelas privadas.

Tercero: tener aulas y espacios en las escuelas bien ventilados, que no significa fríos, donde circule el aire de adentro hacia afuera y se permita, que entre aire de áreas abiertas afuera a los salones de clase.

Recuerde, su niño enfermo, enferma a otros y no solamente en su casa, también en su escuela y en su grupo de amigos.     Forma corregida de la publicada el 16 de mayo de 2025 en el diario La Prensa de Panamá.

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