- Sep 18, 2021
- Pedro Vargas
- Educación Médica, MAESTROS DE MEDICINA, Otras Lecturas, Para Doctores
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La exposición del estudiante de Medicina, durante esta temprana etapa de su entrenamiento clínico debe conceptualizarse en las falencias de los sistemas de salud y en sus recursos. Es solo así que, al enfrentarse más tarde al ejercicio de la práctica médica, no habrá sorpresas que lo paralicen y, sí, instrumentos para avanzar en ella.
La pandemia del COVID-19 ha desnudado cruentamente el estado del sistema de salud nacional, sus falencias y sus recursos, y, nos ha permitido otra cosa, que la enseñanza de la Medicina enfatice en el estudiante (1) la aplicación del conocimiento, y (2) el desarrollo de habilidades básicas y primarias, que luego serán su curriculum de competencias. Podemos entonces repetir que “la historia del siglo 21 será escrita como, AC (antes del coronavirus) y DC (después del coronavirus).”
Ustedes como yo, somos todavía el producto de la centenaria enseñanza médica flexeriana, basada en 2 pilares: primero, ciencias básicas, luego, ciencias clínicas, y de William Osler, quien dominó la enseñanza de la medicina, al lado de la cama del paciente. Aquí están ahora ustedes. Ello ha sido valioso, pero también ya se revisa y, un tercer o un cuarto o un quinto pilar de esa propuesta inicial de Flexner[1], se comienzan a construir. Se ha reconocido la importancia de conocer cómo el paciente accede a los servicios de salud, en un sistema con múltiples facetas donde la economía, la financiación y las realidades propias de cada región ejercen su influencia que facilita o que limita la atención de la salud. Esa construcción se acelera con la aparición de la pandemia de COVID-19. Es urgente cumplir con el propósito de “producir médicos que tengan el conocimiento, la actitud y las habilidades para practicar con flexibilidad, como miembros de grupos interprofesionales y así, contribuir eficazmente al mejoramiento del cuidado de salud que se entrega”[2] a la población.
Las rotaciones de Uds. con cada uno de los preceptores voluntarios, que ejercemos la medicina pediátrica en el escenario de la práctica privada, es una oportunidad de oro para conocer mejor la sociedad panameña, para reconocer los determinantes sociales de la salud y la enfermedad. Cuarenta horas de vivencias en una semana, los expone, en este escenario, no solo a patologías diferentes de las que se encontrarán o ya conocen en la medicina pública, sino al comportamiento particular y siempre diferente de la familia del niño enfermo o del niño que crece y se desarrolla normalmente. Estas rotaciones constituyen uno de los nuevos pilares de la educación médica.
Sin embargo, cuarenta horas -un grano de arena en la extensa playa de la vida de los niños y sus familias- no son toda la Pediatría y por ello, a mí, no me orienta esta oportunidad a abarcar lecciones de toda esta especialidad, que es la medicina interna con los niños y las familias, sino a inculcarles la disciplina para la aproximación correcta al diagnóstico en una relación humanista que, enriquezca la relación del pediatra con la familia y la confianza del niño, en el transcurso de los años de su crecimiento y desarrollo; que sirva para apreciar la labor y resultados de los diferentes profesionales que nos relacionamos y colaboramos para ofrecer mejores opciones al enfermo; que exponga los diferentes instrumentos de que hoy disponen ustedes para su propia educación. 9 septiembre 2021
[1] Flexner A: Medical education in the United States and Canada. From the Carnegie Foundation for the Advancement of Teaching. Bulletin Number Four, 1910. Bull World Health Organ. 2002;80(7):594-602
[2] Fred HL & Gonzalo JD: Reframing Medical Education. Tex Heart Inst J. 2018 Jun; 45(3):123-125