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El trasplante de células con la capacidad de diversificarse en multiplicidad de células, las células madre, es un camino que se recorre en los laboratorios, en los pasillos y en los consultorios de la investigación médica. Su recorrido no ha terminado. En algunas áreas de la Medicina, el avance ha sido mejor que en otras, por ejemplo, el trasplante de células madre de origen sanguíneo (hematopoyéticas) para el manejo de algunas enfermedades hematológicas. Pero en otras áreas, particularmente las relacionadas con el sistema nervioso, como son la parálisis cerebral y las llamadas enfermedades neurodegenerativas, no.

 

Tampoco ha sido así, para la terapia regenerativa, -esa que está supuestamente reservada a la producción de tejidos nuevos que reemplacen los dañados, por ejemplo, células miocárdicas para reemplazar el tejido dañado por un infarto del corazón. En este campo hay estimulantes resultados en poblaciones de animales de experimentación, pero hay también significativos fracasos, que sirven para que avance la investigación, cambie el rumbo, o se detenga.

 

La capacidad de auto reparación de las células humanas obedece a la presencia de células madre en localizaciones variadas, su número y su capacidad para responder a “la llamada de alarma” de tejidos lastimados o dañados. Si bien es cierto que ellas tienen la capacidad de proliferar, de migrar y de acumularse donde las necesitan, eso no ocurre así de ordenada y predictivamente –como con un semáforo que señala paso libre o no, dirección izquierda o derecha- en cada situación, ni tampoco en las formas artificiales o terapéuticas que se ensayan hoy día. De ser así, curaríamos nuestros infartos cerebrales o cardíacos, los daños que nos producen las células tumorales malignas o, incluso, la gangrena infecciosa. Y eso, no ocurre.  Hay algo, una forma de eslabón perdido u oculto, que todavía desconocemos y que nos llama a ser prudentes y objetivos.

 

 

Usted va a escuchar o a leer: “nosotros tenemos las mejores células madre”. No son necesariamente las mejores porque Ud. no tiene acceso a conocer el origen de esas células y, de seguro que sí son más costosas. No es solamente si son células mesenquimatosas o embrionarias, si son de un recién nacido o de un hombre de 40 años, si son de la grasa que se sacó con liposucción o del hueso de la cadera. Tampoco es cierto que ellas le van a regenerar de seguro los tejidos dañados por la muerte de sus células. Podrán disminuir la velocidad como vienen muriendo esas células o en cierta forma podrían alterar las condiciones que favorecen los desenlaces inflamatorios irreversibles, que ocurren alrededor de las células que van muriendo, pero eso no está aún en el poder de los investigadores para consumo en los mercados de los enfermos y la desesperación. ¿Cuántas veces? ¿En qué porcentajes ha ocurrido lo deseado? Todo eso es investigación no es terapia probada ni aprobada. Podría ser terapia novel, pero no es ni probada ni aprobada. Podría ser terapia experimental, pero no es terapia ni probada ni aprobada.

 

Por ejemplo, en la esclerosis lateral amiotrófica (ELA) o Enfermedad de Lou Gehrig o Enfermedad de Charcot, donde la muerte de las neuronas motoras en el cerebro y en la médula espinal, no se ha podido ni prevenir ni detener, es falso que la terapia de trasplante de células madre es curativa o mejora la calidad de vida. Para mí, mejorar la calidad de vida por 3-4 meses no es mejorar la calidad de vida. Detener totalmente la enfermedad aunque no la cure, sería mejorar la calidad de vida si se detiene en un momento de ella, cuando la vida se puede todavía vivir con dignidad.

 

La certeza del resultado no la garantiza lo vertido con un individuo ni en base a lo obtenido con un solo paciente, ni por el resultado en un animal de laboratorio; se mide en poblaciones grandes y se confirma en la reproducción de esos resultados. Lo demás es fraude, es corrupción, es entusiasmo, es pobre criterio científico, o cualquier otra cosa.

 

La honradez con la profesión médica y con la investigación biológica es un asunto de ética. Un paciente enfermo con una enfermedad hematológica como una leucemia, con una enfermedad crónica que se disemina con daño multisistémico como la diabetes, o con una enfermedad neurológica degenerativa como la esclerosis lateral amiotrófica o enfermedad de Lou Gehrig está en todo su derecho de buscar alivio y cura, pero su primer derecho es a que no se le engañe. Y que lo engañen personas con buenas intenciones y sin conocimientos médicos es una cosa, pero que lo engañen médicos e investigadores, no tiene perdón de Dios ni de la ciencia, para aquellos que Dios se les resbala.

 

Estoy de acuerdo que una persona enferma ingrese ordenadamente a un programa de investigación sobre alguna forma terapéutica para su enfermedad, pero no antes de conocer ampliamente el protocolo de investigación, la seguridad para la integridad de su persona y el derecho a retirarse en cualquier momento de tal programa. No estoy de acuerdo que a estas terapias con células madre para este tipo de enfermedades que no tienen cura aún y cuyos tratamientos se investigan, como son las enfermedades degenerativas del sistema nervioso, se les presenten a los enfermos como tratamientos probados y aprobados. Aún más, su carácter de investigación, aprobado por la autoridad médica y ética del país donde se hace, debe ser parte de la documentación que se le entrega al paciente que busca y acepta ingresar a tal programa.

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