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“Los tres virus” me recuerdan a los “tres tenores”: uno gordito, uno bajito y el otro coqueto. A Los Tres Tenores ya no los veremos juntos sino en videograbaciones históricas. Los tres virus nos hacen un invierno o dos, o tres, cada año: el coronavirus 2, el virus respiratorio sincicial (la palabra más difícil de no fallarle a la gramática) y el virus del flu, que no es el de la influencia, sino el de la influenza.

Ellos continuan diseminándose por todas partes, y las hospitalizaciones también continuan aumentando. El no destacable privilegio, no es solamente nuestro, pero no es “un resfriado”. Existe una relación inversamente proporcional entre la percepción de riesgo de enfermar seriamente y el riesgo de enfermar.

Pero aprovecho este viernes para conversar sobre algunos aspectos del brote por los virus de la influenza o flu, que pueden pasar inicialmente desapercibidos o ser confundidos. Y no desaprovecho la oportunidad de que aunque existan muchos virus que causan síntomas de resfriado común, como moco nasal, congestión nasal, estornudos, tos seca, mal sabor en la boca o ninguno, inapetencia y fiebre, no siempre es un resfriado común lo que todos ustedes, juntitos y juntados tienen, y puede tratarse de una enfermedad que se agrava en las personas vulnerables, se contagia con extrema facilidad o se complica seriamente. Y, no se trata de asustarlos, eso es un disparate que repiten sin cansancio, antivacunas y anti-ciencia antisociales. Inmediatamente a la presencia de síntomas respiratorios, priorice las medidas de higiene con el lavado de manos frecuente, el uso de una máscara facial, el reposo, buena hidratación, mejor ventilación de las habitaciones, y practique la prudencia mientras observa distanciamiento social.

Los virus respiratorios, particularmente los coronavirus y los virus de la influenza, no solo afectan los pulmones, también afectan el cerebro, con el agravante de dejarnos secuelas. Martin Korte nos recuerda enfermedades del cerebro con el “flu español”, de los años 1918-1920, desde trastornos moderados de cómo pensar, razonar y recordar, necesarios para aprender y entender; hasta daño cerebral, epilepsia y demencia.

Estas secuelas cuelgan en el horizonte desconocido de los años posteriores a la pandemica del SARS-CoV-2. Sin ir lejos, con covid-19 hemos observado desde trastornos del sabor, mareos y delirios, hasta la descriptiva “niebla mental”, que nos indica una sensación de no estar o estar lentos, de no estar atentos y prontos o rápidos para responder o señalar cosas, hasta estar molestos.

El cerebro humano tiene una forma de barrera protectora para bloquear la entrada de microorganismos, por ejemplo. Algunos virus respiratorios superan esa barrera entre la sangre que circula y el tejido cerebral, la barrera hemato encefálica, y se les conoce como virus “neurotrópicos”, que tienen avidez por el tejido nervioso o las neuronas.

Otros virus respiratorios son bloqueados por la barrera hemato-encefálica, son los virus “no-neurotrópicos”, y producen mecanismos inmunológicos para penetrar los tejidos cerebrales, el mejor popularizado y otro término que aprendimos con la pandemia: “la tormenta de citoquina”, nada extraña para el virus SARS-CoV-2, algo así como una torrencial lluvia de sustancias inflamatorias nocivas, que se responsabilizan de crear una inflamación extensa, profunda y devastadora en todos los órganos y tejidos humanos. Esta es una reacción inmune, de defensa, porque nace como respuesta para proteger, pero se ensaña contra lo que debiera defender.

Uno de los virus de la influenza que produce daño directo a las neuronas y puede reactivar crónicamente la respuesta inmune es el H7N7, el de la influenza aviar. Afortunadamente las cepas variantes que usualmente observamos en los brotes del flu de temporada o “seasonal flu” son las H1N1/H3N2.

Esto es importante señalarlo porque la sola presencia del virus en las neuronas no significa que producirán un daño crónico en la función intelectual, sensorial o motriz del enfermo. Pero también significa que la presencia del virus en el cerebro no es necesaria para que se produzcan complicciones neurológicas, como bien lo advierte Korte.

Infecciones respiratorias virales severas, particularmente en situaciones de brotes o epidemias, como las producidas por los coronavirus, los de las influenzas, el virus respiratorio sincicial, el matapneumovirus y los enterovirus han permitido reconocer e investigar brotes de enfermedades neurológicas asociadas a ellas.

Los brotes de covid-19, de influenza y del virus respiratorio sincicial (“Los Tres Tenores”) deben alertarnos por la posibilidad de estas complicaciones serias, algunas a largo plazo, la mayoría transitorias. Por ejemplo, con la infección severa por influenza podemos observar inflamación cerebral o encefalopatía, con o sin convulsiones, producidas o no por la fiebre; encefalomielitis diseminada aguda o ADEM; la mielitis transversa o inflamación de la medula espinal; meningitis o inflamación de las membranas íntimas que cubren el cerebro; síndrome de Guillain-Barré o parálisis ascendente; deficiencia motora focal; mutismo; miositis por inflamación de grupos musculares, como los de las pantorrillas.

No hay estudios que evalúen si el tratamiento antiviral temprano contra la influenza, por ejemplo, influye el curso de estas complicaciones neurológicas, a pesar de que sí reduce la duración y severidad del flu no complicado.

La mejor prevención de serias complicaciones neurológicas por estos virus es evitando estas infecciones, y la mejor forma de evitarlas es mediante la vacunación contra ellas, desde la infancia hasta la vejez.

Las vacunas contra el covid-19, las vacunas contra la influenza de temporada, las vacunas contra el virus respiratorio sincicial, que acaban de demostrar su eficacia en mujeres embrazadas y en personas mayores y, ojalá pronto disponibles para los niños deben ser de aplicación anual y universal.   Publicado por el diario La Prensa, de Panamá, el viernes 12 de enero de 2024

El autor es médico pediatra y neonatólogo


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