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“Tenemos el gobierno que nos merecemos”, se repite como forma de golpearnos la memoria, incluso como forma de proyectar el fracaso en los otros. Solo porque tenemos un sistema que llamamos democrático, de tantos significados, o porque tenemos un sistema electoral para “elegir nuestros gobernantes”, como si esto fuera suficiente para calificarnos de libres y justos. ¡No! No es cierto, tenemos el gobierno que nos imponen. Nos lo imponen la ignorancia, nos lo imponen las directrices de los partidos, nos lo impone el analfabetismo político.

La ignorancia, que es producto de la pobreza material y espiritual en muchos estadios, que no nos permite optar porque nos ha decapitado la autonomía; el analfabetismo debido a la inequidad para la educación y la deformación de la verdad y de la cultura. Todo esto lleva a una forma de atrofia de la capacidad para discernir, para hacer análisis crítico, para hacernos camino.

No le pidamos a las dolorosas mayorías del pueblo abandonado y espoleado, que ejerza sus derechos, que desconoce o se le han reducido por falta de escolaridad; que revindique su historia, que se le ha sustraído; que no escoja la regalía inmediata, cuando se le ha negado el futuro, que no sabe donde termina la acción honrada y donde comienza la corrupción, cuando solo conoce que si no se vive el hoy, no hay por qué pensar en el mañana, ni detenerse en el ayer.

Somos un país que no se puede comparar con otros para aliviarnos los dolores, si los sufrimos, los “mea culpa”, si tenemos un pecho donde golpearnos, donde el concreto y el vidrio rascando los cielos, a los que también se les hurta el paisaje y el bienestar, son instrumentos para maquillar la inequidad y la inmoral disparidad social -manifestadas en la pobreza de la atención de la salud o el cuidado de los enfermos, en las viviendas de un solo espacio multiuso, regio escenario para el abuso físico y sexual, las descuidadas estructuras pintadas de 2 colores para convertirlas en aulas de clases, solo porque tienen un letrero que lee “escuela”, sin maestros ni autoridad para hacerles cumplir con el sagrado juramento de enseñar; con la mugre de las acumuladas basuras, donde enjambres de moscas les revolotean, o de aguas que transportan excretas humanas, con o sin blancas y finas cigüeñas, seguramente pescando ratones, gusanos y lombrices, mientras bañan barrios de olores, bacterias y epidemias- y que es muy difícil rescatar. Y esto es solo un rápido vistazo a lo que queda debajo de esos 180 metros de alturas artificiales, que se han alcanzado “con la circulación del dólar”.

No son pocos los partidos, donde una puntual minoría de hombres y mujeres, agrupados para alcanzar el privilegio y el poder, no para administrar el país como servicio, se impone sobre una mayoría de nacionales en sus propios partidos y luego en la nación. Difícilmente aceptable es llamarlos ciudadanos, porque no están, y si lo están lo ignoran, educados en valores cívicos ni en derechos humanos. Las “elecciones” internas de los partidos para escoger sus candidatos, ni siquiera lucen una democracia participativa, porque a ellas se llega con murgas, guaro, promesas embarradas de billetes de intercambio comercial, o amenazas y señalamientos por los siguientes 5 años, por lo menos. No hay, ni por accidente, un momento de reflexión patriótica para escoger hombres y mujeres de probada honradez que quieran servir. Eso, que de allí sale, es su oferta electoral para el resto del país. Y, como el voto en blanco se cuenta pero no se tiene en cuenta, no cambia las cosas, no importa que se gane con una ridícula y mayoritaria minoría del electorado, como nos ocurre desde hace un tiempo ya.

Entonces, aquello de que “tenemos el gobierno que nos merecemos”, no tiene aplicación con un sistema electoral hecho en la sastrería de los corruptos, para hacerse el vestido a su medida y comodidad.

Hay que revolver la sociedad y el arma es el voto, pero el voto con las mismas municiones que se dieron los políticos y los partidos políticos para preservar hegemonía y privilegios con un manto de oscura democracia. Este 5 de mayo hay que votar en plancha, un instrumento canalla donde el ciudadano, si vota selectivamente no elige su candidato y le suma votos a los partidos que rechaza pero que votan en plancha. Entonces, midamos fuerzas votando con el mismo instrumento, votando en plancha por quienes son verdadera oposición independiente.

No estoy en contra de los partidos políticos, pero sí de aquellos dirigidos por gamonales que repiten y repiten, no solo promesas, sino desgobiernos, o aquellos cuyas viejas artimañas producen más de un candidato, para continuar decidiendo sobre la propiedad ajena, con un Tribunal Electoral maniatado por las leyes hechas a la medida de la corrupción por una Asamblea Legislativa, que dejó de ser representativa, desde el momento que se ocultó en la oscuridad de las madrugadas, para aprobar leyes. Esos partidos, si quieren seriamente honrar el propósito de la política, tienen que deshacerse de esos dirigentes. Hay partidos con excelentes hombres y mujeres, excelentes para que den la cara durante la campaña, para luego ser desbordados por los hábitos y volúmenes de la canalla corrupta, apapachada y consentida por la dirigencia. Esta es una de las varias barreras que se levantan luego contra las promesas de campaña

Yo voy, en voz alta y sin miedo a equivocarme lo digo, con hombres y mujeres de un partido nuevo: Otro Camino, hastiado de tanta burla y tanta falsificación, desde el útero de partidos con un solo dueño, o secuestrados por sus más desagradables miembros, o extrañas amalgamas curtidas por la repartición de privilegios y prebendas. La formación, el escrutinio de los debates, aún en sus falencias, y la memoria han sido mis instrumentos para decidir votar correctamente. Votar correctamente no es inmune a equívocos y, consciente de ello, me propongo no equivocarme escogiendo nuevamente probados fracasos, que ni siquiera les sonroja ser gobierno aún, todavía ser íntimamente partidario, todavía descuidar el maquillaje que chorrea, por el cuello cansado de tanto erguir la cabeza fraudulenta. Prefiero equivocarme con quien me despertó de nuevo la esperanza.

Quienes creemos y queremos vivir en libertad y con respeto a las decisiones de la justicia y a la Constitución, tenemos que reunirnos alrededor de estos valores, para no permitir que políticos sin ética le den forma al futuro de nuestros hijos y nietos, prioridad al delito, protección a delincuentes porque son “amigos”, abandono a los derechos de las minorías, desconocimiento y burla a la dignidad de cada ser humano, y propósito de violar la integridad del ciudadano y de las instituciones de la Patria. Derrotarlos en las urnas no será el final de la amenaza ni será fácil, sino el comienzo de otras luchas que tendremos que hacer, en mejor compañía.   Publicado en el diario La Prensa de Panamá, el viernes 5 de abril de 2024.

El autor es médico pediatra y neonatólogo.

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