- Mar 10, 2023
- Pedro Vargas
- La Prensa, MAESTROS DE MEDICINA
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Desde que “la mula tumbó a Genaro”, el género ha sido motivo de luchas intestinas. John Money, el psicólogo, “lo rescató de la gramática”, cuando en 1955 creó el término para “todas esas cosas que la persona dice o hace para revelarse él, como quien tiene reconocimiento de niño u hombre, y ella, el de niña o mujer”. Luego, el género gramatical volvió a sentir arremetidas políticas y algún movimiento excitado la embarró, como bien dicen los vecinos colombianos, para que, “en honor a la justicia y a la igualdad”, dijéramos el presidente, la presidenta, el diputado, la diputada, el bombero, la bombera, el prostituto, la prostituta. En lugar de decir “tengo tres hijos”, ahora había que decir “tengo una hija y dos hijos”, y así hasta la ridiculez.
Educar y reconocer en la educación médica la integración que existe, a todo lo largo de la vida, de sexo y género, asegura -como lo dice la profesora Londa Schiebinger, profesora de Ciencias en la Universidad de Stanford- la práctica con equidad, respeto, excelencia y humanismo del cuidado de salud. Conocer las “importantes implicaciones del sexo biológico y de los factores socioculturales para la prevención de la enfermedad, la investigación biomédica y el cuidado de la salud” debe ser un propósito permanente de la estrategia inclusiva y afirmativa, que recomienda la Academia Americana de Pediatría, para el cuidado de las minorías sexuales y de género, quienes tienen la más negativa aceptación social y la menos comprensiva atención de la salud, entre las poblaciones de adolescentes. Los pediatras debemos estandarizar la conversación en la atención con nuestros pacientes adolescentes sobre orientación sexual e identidad de género.
En el campo de la pediatría, esa necesidad y urgencia de una atención y cuidados basados en la identidad del género la obstaculiza la politización -en mayor o menor grado- del tema sobre las clínicas de género, donde quiera que existen. El ejemplo más dramático está a nivel de la disforia de género no resuelta, esa dificultad o molestia, disgusto, preocupación o incertidumbre que ocurre en los niños, adolescentes o adultos cuando su sexo biológico no se aparea, es incongruente, con su identidad de género, con cómo se sienten o creen sentirse con respecto a su sexualidad y cuya no resolución, junto al estigma social y la no aceptación de las personas, conduce a la generación de ansiedad, desesperanza y pensamiento suicida. Y el número de pacientes menores de edad con disforia de género va en aumento: en Estados Unidos, en cuatro años, los reclamos de seguro reportaron un aumento de 300%, de 15,172 pacientes entre 6 y 17 años de edad en el año 2017, a 42,167 pacientes en el año 2021.
En esta disyuntiva, el padre de familia se enfrenta a la “pronta” intervención médica, antes de que se inicie la pubertad, o al suicidio, más adelante. Los efectos a largo plazo de bloqueadores de la pubertad sobre el desarrollo óseo o sobre el músculo cardíaco se desconocen, pero existen evidencias de su potencial daño. Los estudios en estas poblaciones no tienen aún las respuestas y por ello hay más restricciones que permisos, para no exponer a riesgos innecesarios a los pacientes, contrario a lo que se hace creer con la propagación de falsedades para desprestigiar el interés científico y humanista de la medicina de género. Por ejemplo, el uso de bloqueadores de la pubertad y de terapia hormonal está restringido a la investigación o situaciones excepcionales, en países como Suecia, Inglaterra y Finlandia, con una larga experiencia en estas clínicas de sexo y género. El manejo de primera línea es de apoyo psicosocial y psicológico y tratamiento de comorbilidades psiquiátricas.
Para hacer este diagnóstico, la incongruencia o insatisfacción con el sexo biológico que se tiene, con la necesidad de desaparecer alguna o varias características sexuales primarias y/o secundarias, el deseo de tener características primarias o secundarias del otro género, de expresar su identidad de género, o ser y ser tratado como del otro género, debe tener una duración mínima de seis meses. Aunque la disforia de género no es una enfermedad mental, este transgenerismo produce al individuo ansiedad, depresión, aislamiento y desesperanza, agravados por la forma negativa o destructiva como la sociedad lo estigmatiza y no lo acepta, que surte de muerte por suicidio a sus familias. No se puede desestimar las significativas diferencias en cómo se maneja esta condición en diferentes geografías y culturas, y las consecuencias devastadoras sobre los más vulnerables, que son los niños y adolescentes.
¿Cuántos niños y adolescentes conocen las autoridades de salud del país que sufren de disforia de género? Yo las desconozco. Sin embargo, sé que los números han ido en aumento en regiones donde este diagnóstico se registra con estricto cumplimiento de la clínica. No tiene que ser diferente en nuestro medio. Simultáneamente, hay que reconocer que el manejo debe ser el que mejor beneficia, el que no produce daño. Para esto, la práctica de una medicina pediátrica basada en evidencia obliga a conocer revisiones sistemáticas que se hagan, conociendo sus sesgos cuando los estudios que las constituyen no son diseñados propiamente, las poblaciones no son representativas, no han pasado la revisión de sus pares, se han realizado fuera de las fronteras académicas o se han publicado a pesar de que no honren un rigor metodológico, como si publicar significara excelencia. De allí se elaboran entonces estándares de procedimientos y guías clínicas con recomendaciones puntuales y excepcionales para evitar riesgos innecesarios y para consultas psicológicas y psicosociales.
La terrible politización de los asuntos de derechos humanos y puntualmente de los grupos LGBT, ha intoxicado a la sociedad a tal grado que toda la preocupación por temas como este es material electoral, cuyo volumen resuena al unísono con los que más gritan y menos disciernen. Han renacido promesas de hogueras, infiernos para los que son diferentes, moralistas con corazones de tribunos de la Inquisición, púlpitos de cartón para el monólogo y magistrados del magisterio de la discriminación y el incumplimiento con los derechos humanos. La mula que tumbó a Genaro está berraca. Publicado en el diario La Prensa, de Panamá, el 10 de marzo de 2023