- May 17, 2016
- Pedro Vargas
- Autismo, Bebes, Deficit Atencional e Hiperactividad, El niño, Escolaridad, Para Doctores, Salud Pública
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Tiene 2 años y 6 meses de edad, este varoncito sano excepto por cuadros respiratorios virales, desde que atiende una escuelita (preparatoria para Harvard Medical School). Su maestra de pre-escolar -pre escolar- le llama la atención a los padres de la “rebeldía” del niño. Es rebelde porque a ratos no quiere hacer lo que se les obliga a hacer o se les pide hacer (tiene 2 años y 6meses!!!). No importa si se enteran o no, de que el niño está cansado, que no durmió bien la noche anterior en casa, que le interesan los pájaros que bajan al patio a comer alguna semilla del piso más que el dibujo frente a sus ojos, que le han puesto a pintar “y que no se salga de las líneas”.
Le señalan que el niño no le gusta ponerse los pantalones. Que de seguro tiene un problema sensorial de tacto y que le molesta rozar la piel con la textura de la ropa, sin pregunta si siempre ha sido de esa manera. (Menos mal que no lo acusaron de nudista o de acosador sexual. Ya ha ocurrido en el país de Donald Trump). Sin saber que el niño siempre se ha dejado poner sus pantalones y que desde que se mudaron a Panamá, le molesta el calor y prefiere estar con menos ropa.
Le dicen que el niño no presta atención en clases. En clases! (tiene 2 años y 6 meses de edad). A una edad en la que el niño debe ir a la escuela por necesidad de guardería o porque se le va a ofrecer la oportunidad de jugar y pasear, de conocer lugares interesantes como un zoológico, o un parque de diversiones, o el de una excursión al Interior. Y, sin embargo, el niño –a quien le pusieron una maestra en casa por sugerencia de la otra maestra- puede estar 2 horas con la maestra en su casa, atendiendo todo lo que ella le enseña.
Y, como cereza del postre, le recomiendan a estos padres, ya cebados para lo que viene, que “el niño debe ser evaluado por un neuropediatra”, ni siquiera por su pediatra, quien lo viene evaluando desde más tiempo que la maestra lo ha “evaluado”, por la posibilidad de que sea autista. Así, cualquier estadística de autismo se supera con creces.
Si bien es cierto que los trastornos del espectro autista son preocupación contemporánea, no solo por lo que implican sino por su creciente diagnóstico, también es cierto que ahora todo el mundo diagnostica o sospecha autismo, y todo el mundo sabe a quién referir para confirmar y tratar. Pero nadie se responsabiliza de la ansiedad innecesaria a la que someten a las familias por su entusiasmo diagnóstico.
El espectro autista (autismo, de aquí en adelante) es un trastorno asentado en el cerebro humano que afecta el comportamiento del niño, su habilidad para comunicarse y su habilidad de socializar. Estos niños suelen presentar conductas estereotipadas o repetitivas, cuyo origen no conocemos, pero probablemente multifactorial, y como su desarrollo motor suele ser normal, son más difíciles de determinar o descubrir. El autismo no es un trastorno de integración sensorial, aunque tenga elementos de esto. No es un trastorno de la atención, aunque pueda confundirse su dificultad de comunicarse con ello. Y, mucho menos, lo constituye un conjunto de logros normales y progresivos del desarrollo de un niño, solicitados antes del tiempo propio. No hay 2 niños autistas que presenten EXACTAMENTE los mismos síntomas. El número de elementos presentes en un niño, como la severidad de la presentación de esos elementos es muy variada.
Los niños se desarrollan a diferentes velocidades aunque existen logros que tienen un cronograma bastante establecido. Pero este cronograma es solo una guía. El atraso del lenguaje es una de las formas de retraso en el desarrollo más frecuentes. Uno de cada 5 niños normales aprenden a pronunciar o usar palabras que ya otros niños pronuncian o usan a esa edad. También, algunos niños muestras comportamientos no regulares porque están frustrados cuando no pueden expresar lo que quieren expresar. Retrasos ocasionales o simples suelen ser temporales. Se resuelven por sí solos o con alguna pequeña ayudad en el seno de la familia.
Algunas veces el retraso del lenguaje puede indicar un problema importante o serio y merece investigar por pérdida auditiva o un trastorno en otras áreas del desarrollo, o hasta una señal del autismo; pero, en ese orden de frecuencia y no al revés. Cuando un trastorno del espectro autista es la razón del retraso del lenguaje, su niño también tiene dificultades para interactuar con otros. Por el otro lado, dificultades en el desarrollo de habilidades sociales o de comunicación no indican de por sí que el niño es autista. No se debe descuidar su evaluación pero tampoco se puede espetar esta posibilidad sin evaluaciones puntuales.
Quien no conozca cómo se desarrolla un niño en las diferentes esferas: cognitiva, lenguaje, motor fino y motor grueso, flaco favor le hace al diagnóstico temprano del autismo.
No comparto el criterio de iniciar escolaridad a edades tan tempranas como los 2 años, y mucho menos con sesgos disciplinarios de ejército prusiano. Esta no es edad para escuelas. Que quede claro. No es edad escolar para exponer innecesariamente a bebés al stress disciplinario que podría ser didáctico en edades superiores, pero dañino en edades tan tempranas.
Así como la exposición muy temprana a tiempos de TV, de tabletas, de teléfonos celulares está relacionada con el desarrollo, no de habilidades para el aprendizaje, sino de trastornos del sueño, trastornos de déficit de la atención o hiperactividad u otros problemas del comportamiento, así esta escolaridad forzada a muy tempranas edades, también favorece estos desórdenes durante el desarrollo y crecimiento de los niños.