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Wuhan decretó confinamiento por 11 semanas.  Ese confinamiento que, allí están las fotos, paralizó la vida en las calles, en los negocios y empresas, y llevó a los hogares nuevos retos; que nos recordó los pueblos del medio oeste americano, en plena violencia de vaqueros y bandidos, donde ni el polvo se levantaba con la brisa.  Confinamiento como medida de salud pública en pandemia se aplica cuando es necesario como medida sanitaria de contención.  Es una medida probada en otras epidemias, como en el 2003, con el SARS.  La pandemia por organismos agresivos y desconocidos para los cuales no hay tratamiento farmacológico ni biológicos preventivos (vacunas, p. ej) se contiene con confinamiento y es entendido que, entre más demora ocurra en encontrar fármacos y otras medidas de tratamiento, más riesgo hay de que el confinamiento se agriete y la opinión pública busque culpables.  Y allí estamos ya.

 

Nadie ha dicho jamás que el confinamiento no tenga efectos adversos.  Se han advertido desde siempre su impacto negativo sobre la salud mental, sobre la tranquilidad en los hogares, sobre los riesgos de violencia intrafamiliar, sobre los efectos sobre las personas con trastornos de uso de substancias, sobre la salud física y particularmente estos efectos sobre la de los niños y los ancianos.  Tampoco se ha dejado de advertir los efectos negativos sobre la economía familiar y de la sociedad y el país.  Eso no quiere decir otra cosa que, es necesaria una revisión sensata, con información científica, para ir encontrando las formas que estos efectos adversos se detengan y se traten.  No es solo preocuparse por la economía afectada para recuperarla, es tratar sin tropiezos la enfermedad crónica, la enfermedad mental, honrar los programas de vacunación y la salud infantil, y, asegura la capacidad hospitalaria -estructural y humana- para seguir atendiendo a los enfermos.  Y esto es lo que tenemos que encontrar entre todos.

 

El miedo que hoy todavía experimentamos algunos y, entre ellos, los niños, lo trajo la incertidumbre y la triste y horrenda historia de las pandemias.  El miedo es una reacción humana a lo desconocido o a lo conocido que atenta contra la vida, contra la salud, contra la propiedad.  El miedo es, además, un mecanismo de sobrevivencia o de dominio. El miedo y el temor se confunden con el respeto y quizás, entre menos se conoce, más miedo hay, y, entre más se conoce, más respeto hay. Por ello, la desinformación y no la información es la que tiene que responsabilizarse del miedo de hoy en la comunidad.

 

La cuarentena es un término que ha perdido su significado original.  Primero, no son cuarenta días; segundo, no es un instrumento exclusivo de higiene y salud pública; tercero, no es su cumplimiento, el final de un problema.  Sin embargo, hoy se utiliza para un período de observación y aislamiento, mientras se aclara, primero, si se está infectado con SARS-CoV-2, como es el caso de los contactos descubiertos por la trazabilidad; segundo, mientras se observa la aparición y desaparición de síntomas de los infectados, y, ya tenemos mejor evidencia de que su duración inicialmente situada en 14 días, no necesariamente es así; y, tercero, todavía nos falta conocer mejor sobre ella, cuando nos referimos a pacientes enfermos levemente o a aquellos enfermos seriamente, a infectados asintomáticos y a pacientes (sintomáticos) sin pruebas confirmatorias.

 

De lo anterior, se deslindan algunos tipos de calificaciones para las personas: 1. Infectado, aquel que tiene una prueba diagnóstica positiva; 2. Enfermo, aquel infectado que presenta síntomas; 3. Asintomático, aquel infectado que no presenta síntomas; y, 4. Indeterminado, aquel con síntomas muy sugestivos y contacto positivo con un infectado, pero cuyas pruebas diagnósticas no son positivas aún.  Algunos, muy fácil de identificar, otros, no, y quizás sean la mayoría y una mayoría con potencial de hacer daño, de seguir haciendo daño.

 

Entonces:

 

  • Salir no porque se abrió la gatera, sino porque es necesario
  • Usar máscara que cubra nariz y boca cuando se está en la calle
  • Guardar distancia de 2 metros cuando se está en la calle
  • Lavado de manos por 20 segundos con frecuencia
  • Utilizar compuesto alcoholado cuando no se dispone de agua para el lavado de las manos

 

Y, al personal de salud que trabaja en los hospitales donde hay pacientes con COVID-19, quizás no es imprudente ni exagerado aconsejar:

 

  • Cambiarse la ropa cuando se llega a casa
  • Continuar usando la máscara facial en la casa

 

 

 

SI YO TE CUIDO, ¿POR QUÉ TÚ NO ME CUIDAS?

 

 

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