Usted también lo recuerda: “si no hace bien, tampoco hace daño”. Muy frecuentemente aplicado a remedios caseros y en boca, incluso, de colegas médicos. Pues, si no hace bien, ¿para qué prescribirlo? Y, más delicado, sí hacen daño esas terapias que se consideran inocuas.
Toda enfermedad de la que desconocemos su origen y sus efectos sobre el paciente son devastadores abre el camino a terapias no probadas, a terapias experimentales y a terapias peligrosas. En Estados Unidos se vuelve a llamar la atención sobre una serie de terapias para las cuales, grupos bien identificables en la comunidad, han erigido un culto. El último llamado se puntualiza en productos o terapias que “curan el autismo”. Seamos claros y enfáticos: hoy, el autismo no tiene curación. Quien se cura no tenía autismo. Y eso no sorprende en cuanto la urgencia por un tratamiento temprano y el temor por pasar por desapercibido la condición se aúnan para sobre diagnosticarla.
¿Qué terapias a las que cierta población les confiere crédito curativo para el autismo, señala la FDA (Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos) como ineficaces y hasta peligrosas?
Es muy importante que reconozcamos que un testimonio personal no sustituye a la evidencia científica.