Ya antes revisamos el concepto: las vacunas son productos biológicos que inmunizan de forma activa, activa porque inducen en el vacunado, la producción de anticuerpos protectores y específicos para cada infección, a diferencia de la inmunización pasiva, cuando los anticuerpos que protegen se han elaborado fuera del cuerpo humano. Las proteínas de los antígenos que despiertan la respuesta para protegernos pueden ser los mismos virus y bacterias, o substancias de ellos, que estimulan la producción de anticuerpos (también proteínas, contra lo extraño). Igualmente, el sistema inmune del cuerpo humano puede producir inmunidad activa duradera cuando sufre infecciones o enfermedades, por las mismas facultades que despliega frente a las vacunas. Las vacunas, sin embargo, no reproducen la enfermedad seria o grave. Una gran ventaja y noticia.
Es importante conocer que hay enfermedades inmunes que se producen porque el mensaje al sistema inmune nuestro, frente a la invasión de extraños, se rebela contra nuestras células, tejidos y órganos sanos. Eso es un desastre. Algo así como salir herido por fuego amigo. Este fenómeno es de muy rara ocurrencia y extremadamente raro con las vacunas. Por eso afirmamos que las vacunas son seguras y eficaces.
El sistema, primero tiene que identificar al enemigo, al antígeno “extraño” en la vacuna, y lo hace no importa que sea un antígeno vivo, un antígeno muerto o un antígeno debilitado. La ingeniería de las vacunas, produce estas tres formas de vacunas eficaces y seguras para su uso en humanos. La mayoría de las vacunas pediátricas se elaboran a partir de antígenos vivos atenuados (debilitados) o antígenos inactivados (muertos). Las vacunas atenuadas no nos enferman o muy poco, las vacunas inactivadas no producen la enfermedad.
Las vacunas que ejercen mejor estímulo para la producción de anticuerpos o defensas son aquellas basadas en antígenos vivos atenuados. Su respuesta inmune es prácticamente idéntica a la que produce la enfermedad sin reproducir el mismo grado de molestias o síntomas de la enfermedad. Como las vacunas inactivadas no producen la enfermedad -algo así como que un muerto no se revive- ellas se pueden dar a personas vulnerables de enfermar con las vacunas vivas o incluso, con las vacunas atenuadas. Ejemplo de ellas son las personas con tratamientos especiales que debilitan o destruyen su sistema inmune (inmunodeficientes).
La vacuna contra la influenza que se aplica en Panamá es una vacuna inactivada. Las personas que se sienten tan mal “como un perro” después de vacunadas contra la influenza, suelen decir que la vacuna les “dio flu”. No es así porque la vacuna del flu que usamos aquí es inactivada. Lo que puede producir esos síntomas y molestias después de la vacunación contra el flu es que la persona se haya vacunado estando ya infectada. Nada imposible y coincidencia infeliz, cuando la vacuna se aplica en pleno pico del brote de la infección, como ocurre cuando su aplicación se atrasa. La otra posibilidad y quizás más frecuente es que algunos de los componentes o adyuvantes de la vacuna, que se agregan con propósitos de mejorar la función de la vacuna, son los responsables de producir las molestias que simulan las del flu.
Recuerdo 2 de las razones para iniciar vacunas en los niños tan temprano, como el día del nacimiento, y tantas, como por lo menos 34 inyectables en los primeros 5 años de vida: (1), un sistema inmune inmaduro, y (2), una temprana presencia de amenaza de enfermedad, lesiones y muerte por organismos invasores.
Ahora, ¿por qué no son de administración oral todas las vacunas? Porque, (1) no todos los organismos que producen enfermedad se pueden modificar para permitir el desarrollo de vacunas orales con organismos vivos atenuados, como son las vacunas orales contra el polio y el rotavirus; (2) su absorción pasa primero por su descomposición y degradación, que afecta la inducción de inmunidad suficiente para producir proteínas específicas que protejan, a menos que se le agreguen muchos “ayudantes” (adyuvantes) y frenos que controlen su liberación intestinal. Además, se exige un mayor número de antígenos para que atraviesen las barreras de la mucosa intestinal y lleguen al tejido de ese tracto (tejido linfático) que será el encargado de producir los anticuerpos específicos y protectores. Algo así como tratar de llegar bien temprano a su destino, viniendo en auto del Interior y tener que pasar por La Pesa, donde no hay todavía vías suficientes, por las demoras de un proyecto burlado; (3) el niño tiene un reflejo de extrusión y empuja hacia afuera con la lengua, lo que se le ponga en la boca, y un reflejo nauseoso exagerado, con lo que obstaculiza la deglución, incluso de alguna vacuna; (4) la mayoría de las infecciones que estamos previniendo con estas vacunas entran por otras mucosas, las de las vías respiratorias y las de la piel, que no son las del tracto gastrointestinal.
El otro aspecto mal entendido y carne para la desinformación es el de los indeseables efectos adversos de las vacunas, molestias y enfermedad, pero a distancia de años luz cuando se comparan con los efectos dañinos de las enfermedades para las cuales se recomiendan. Viene en camino. Publicado en el diario La Prensa de Panamá, el viernes 26 de julio de 2024
(Continúa)
El autor es médico.