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Entre ignorancia y estupidez

 

Ahora resulta que los médicos y la industria farmacológica, en criminal contubernio para enriquecernos, inventamos la diabetes, la osteoporosis, la menopausia y quién sabe cuántas otras enfermedades.

 

“Si en los años 70 la industria farmacéutica creaba medicamentos para combatir enfermedades, en los últimos años la situación se ha invertido, la industria crea enfermedades para vender medicamentos”,así afirma y asegura un audiovisual que circula como el agua salvaje en el cauce peligroso de un río revuelto.  Un elocuente documento sobre las mentiras dañinas q resultan difícil desentrañar entre verdades a medias.

 

Esto es muy diferente a asuntos que he denunciado cuando la industria biotecnológica o, incluso, la farmacia anuncia como formas probadas de manejo y tratamiento, a situaciones aún en el campo de la investigación o terapias noveles cuya eficacia y seguridad aún requieren comprobación. O a aquellas otras donde los costos de las medicinas en un país son groseramente superiores al de otro vecino y de similares características  sociales y económicas solo por arbitrariedad.  Tampoco se refiere este audiovisual a la discusión ética de crear armas químicas o perfeccionar el ser humano con manipulación genética.  No, esta es una acusación temeraria de enriquecimiento con la enfermedad.

 

Los médicos hemos sido los primeros en llamar la atención sobres las regiones del mundo más afectadas por enfermedades infecciosas, por ejemplo, sobre las enfermedades prevalentes y mortíferas que atacan a las mayorías de los pueblos rezagados por el progreso y la atención de la salud que los invisibiliza, sobre la ética resolución de vacunar  -que nos permite decir hoy que 88% de los niños del mundo han recibido alguna vacuna-  y sobre la pobreza que catapulta la necesidad de abaratar medicamentos y enfilar investigaciones hacia la solución de las enfermedades cuyos tratamientos se han abandonado porque  no garantizan retorno de capitales, donde las mayorías no tienen recursos o muy pobres y bajos. De allí a afirmar que estamos en ilícita asociación con la industria para llenarnos de dinero, no solo es falso sin que merece ser castigado.

 

Y, si bien es cierto que la industria farmacéutica se presenta  como la ciega máquina de hacer dinero con los medicamentos -que no es cierto porque sus ganancias han ido disminuyendo- también es cierto que es ella la que corre los riesgos y los costos altísimos de la investigación sobre medicamentos nuevos, entre ellos los que pudieran mejorar sus ganancias, como son los que prolongan la vida. Pero de ahí a “construir” enfermedades, “inventar” malestares, y luego “resolverlos” con medicinas, creo que hay un eslabón perdido que se cuece en el averno de la maledicencia y la estupidez.

 

Pero si esto de crear enfermedades fuera así de cierto, solo el mercado de los ricos lo sostendría, enfermarse sería un lujo y hasta un privilegio más, se pondría de moda.  ¿No sería de esperar entonces, que uno de los países más ricos del mundo, los Estados Unidos, dejara de ser o no fuera uno de los países más enfermos, como en efecto lo es hoy día?  O ¿será también cierto que la insulina de ingeniería genética no es buena, que los medicamentos para depositar y retener calcio son una falacia, y que la terapia de reemplazo hormonal para la menopausia solo la agrava?  Y, ¿quieren conocer por dónde sí mejoraría económicamente la industria?, si la industria ajusta los costos de las medicinas para diferentes consumidores, no en contubernio delictivo con los médicos.

 

Más frecuentemente, son los estilos de vida, no la disponibilidad de medicamentos, los responsables en una sociedad de que ésta sea sana, menos enferma o enferma.  Y, el cáncer no es la excepción.  Y eso no niega la enfermedad y la muerte por errores médicos y por mal uso –abuso y negación del uso-  de medicamentos de probada utilidad y valor.  Pero esa información no se puede utilizar para darle paso a un invento de una mente enferma, que se sabe enferma pero que además conoce que su audiencia es tonta.

 

Decir que con la complicidad de los médicos y afirmar con desparpajo de estupidez que la menopausia, o la diabetes, o la osteoporosis, y, por qué no, el cáncer son construcciones o invenciones de la industria farmacéutica y de la profesión médica es, como menos, algo exagerado, ¿no? O se es muy tonto o muy estúpido, ya no solo ignorante por opción, o las dos cosas, para creerse esto.  Pero hay sustrato humano para creerlo, para divulgarlo y para defenderlo.

 

Este video sugiere que la enfermedad seria, incapacitante, agravada y asociada, las más de las veces, a estilos de vida, a condiciones ambientales o a herencia es un producto de la insospechada, hasta entonces, capacidad de la industria para producir enfermedades y luego, medicinas para esas fabricaciones.  ¡Guao!  Esa industria seguramente también siembra caña y vende azúcar adictivo, crece tabaco y cultiva virus cancerígenos para diseminarlos en el aire, favorece la vida sedentaria, le quita el abanico a las mujeres y no solo el sangrado mensual, y tiene un vivero extenso y luminoso donde crecer alucinógenos, para que la persona se introduzca enfermedades en su cerebro como por un embudo y termine enfermando.  ¡Ridículo!  Seamos serios.

 

En el estadio más amplio de la comunidad, el médico además de llamar la atención a la industria farmacéuticas de las necesidades de medicinas de muchas poblaciones, señala y  ha señalado prioritariamente mejorar el acceso de las gentes a las facilidades de la salud pública.  Ese acceso no se mejora sembrando centros o puestos de salud, un caserón con una lámina afuera que lo nombra y lo esconde, entrenando parteras para que hagan cesáreas sino creando vías de comunicación que sean utilizables todo el año, medios de transporte para acercar a las gentes a los sitios donde se provee la educación por la salud, primero, y la atención cálida y científica, después o al mismo tiempo.

 

Mejorar esas condiciones de abandono de la vivienda, del acceso a la electricidad y al agua potable y a las vacunas en sus tiempos y dosis, y mantener caminos viables todo el año, logran vencer la cuna de la enfermedad, que no se crea en un laboratorio de fármacos, a pesar de los farsantes que te distraen de la verdad.   1/5/2018

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