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Del brote de 15 casos de sarampión que se diera entre enero y febrero de 2015 en Cook County, Illinois, en los Estados Unidos, el 80% ocurrió entre niños de 3-11 meses de edad. Estos niños eran de muy corta edad para recibir los beneficios de la vacuna contra el sarampión, cuya indicación en condiciones regulares es para niños de 1 año de edad o mayores.

 

El sarampión, desafortunadamente, no es una enfermedad de la que podamos protegernos eficazmente con vacunas antes del año de edad y de ninguna manera antes de los 6 meses de edad, por razones inmunológicas y técnicas. Sin embargo, con la “inmunidad de rebaño” –esa conferida por lograr tener a su derredor un mínimo número de vacunados que se constituyen en su blindaje transitorio, estos niños suelen estar bastante protegidos. Esa inmunidad de rebaño es ineficaz cuando el número de vacunados disminuye por debajo del nivel que protege mediante esta forma indirecta. Para cada enfermedad, la inmunidad de rebaño tiene densidad de poblaciones diferentes, pero con el creciente número de familias que no vacunan a sus hijos gracias a campañas anti-vacunas eficaces aunque falsas y no probadas, se hace sumamente riesgoso confiarse del concepto de la “inmunidad de rebaño”.

 

Sarampión no es la única infección prevenible con vacunas que, además de ser altamente contagiosa tiene mortalidad importante y deja secuelas, y cuyo cronograma no se inicia antes del primer año de vida. Varicela es otra de ellas. Las meningitis bacterianas por excelencia de los primeros años de vida –para las cuales hay vacunas-, son un riesgo significativo a pesar de que la inmunización contra ellas se inicia desde los 2 meses de edad, porque hoy día hay una escasez no muy bien explicada por las autoridades.

 

La autoridad de salud nacional, el Ministerio de Salud, debe implementar medidas urgentes para que todos los niños sean vacunados contras las enfermedades infecciosas transmisibles para las cuales hay vacunas. Estas medidas deben favorecer a los centros de salud, a las instituciones de salud de la Caja de Seguro Social, y a los consultorios privados de Pediatría. No tengo cifras a manos, pero si consideramos la metodología del funcionamiento de la práctica médica privada, los pediatras podríamos estar vacunando de forma completa –no una dosis aquí y otra allá de tipo electoral o político- entre un 15% y un 20% de la población que se vacuna en este país.

 

Pero también debe enfatizarse en una campaña de educación a todos los niveles, sobre los beneficios y riesgos de las vacunas, sobre el balance positivo a favor de vacunar y sobre el aspecto ético de las vacunaciones. Naturalmente que esto no se puede hacer con autoridad ni coherencia si no hay disponibilidad de vacunas en los tres grandes sectores que vacunamos: la salud pública, la seguridad social y la práctica privada de la Pediatría. Esa disponibilidad es una responsabilidad del Ministerio de Salud.

 

No menos importante es que se tomen medidas para que aquellas personas que ponen en riesgo de enfermar a otros con infecciones potencialmente fatales (sarampión, tos ferina, difteria, tétanos, meningitis) y que dejan serias secuelas (polio, meningitis, p.ej.) sean aisladas o segregadas de actividades donde ese riesgo se potencia, escolaridad o trabajo, por ejemplo. Estas personas pueden ser incluso, parte del personal de una clínica o un hospital. Hoy hay que pedir record de inmunizaciones no solo a los estudiantes sino a todo individuo que labora o busca trabajo.

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