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Mañana, y este año, es el primero que no tendré, junto a Angélica, mi esposa, y Marta, mi hermana melliza, a mi mamá, para compartir juntos en una misma mesa su gracia, su sonrisa, su bondad, su consejo, sus vivencias y su amor por nosotros. Será un 8 de diciembre sin su presencia física pero seguro que todos, cada uno en su silencio, la sentirá presente.

 

Esta celebración es una de esas que no entiendo. Las hay para recordar natalicio o desaparición, para concientizar sobre algún aspecto del cual no damos relevancia a pesar de que a todos nos compete, o para conmemorar un acto heroico o uno cobarde. Pero, un día, uno de 365 días que transcurren en un año, para celebrar a las madres, es no solo el riesgo de una efímera celebración sino también de una desmedida apreciación. Claro que resulta rayano en lo mediocre decir que “cada día es el día de las madres”.

 

Para mi, el día que celebro mi nacimiento celebro a mi madre, como si fuera su día, porque lo es. El día que hago fiesta por mis triunfos celebro a mi mamá, como si fueran los suyos, porque a ella los debo. El día que la tristeza me agobia celebro a mi mamá que siempre estuvo allí para aliviarme. Entonces, sí, cada día es un día que celebro a mi mamá. Y doy gracias por haberla tenido conmigo muy largos años, y por haberle dado a ella salud e integridad cognitiva para que viviera mi andar y mis pasos, y le permitieran satisfacción, orgullo y alegría.

 

Mañana no habrá una silla vacía alrededor de la mesa y con nosotros. Mamá ocupará todo y a todos.

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1 Comment

    • Cindy Goldstein-Zafrani Reply

      18 diciembre, 2017 at 3:57 pm

      Siempre te leo, pero este me lleno el corazón… que bellas palabras Pedro!!! Un aplauso para tu Madre. Besitos, Cindy

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