
- Ene 4, 2018
- Pedro Vargas
- Adicciones, Alcoholismo, Bioética, Cultura médica, Derechos Humanos, Discapacitado, Drogadicción, Identidad de Género, Lecturas Bioetica, LGBT, Otras Lecturas, Para Doctores, Temas ciudadanos
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En Medicina, humanismo y profesionalismo no son lo mismo, aunque tienden a imbricarse los términos cuando sobre la conducta del médico en el marco de su relación con el paciente se discute. Esa educación se nutre de un currículo formal que lo constituyen no solo de materias de la Biología sino también de las propiamente médicas y las humanistas como son las ciencias sociales, la literatura, la historia, la geografía, la antropología. Pero hay otro currículo o lenguaje que tiene un carácter docente indeleble y que se le define como el currículo oculto.
El currículo oculto comprende la docencia que ejercen los valores del médico, la presentación física y su arreglo personal, su estilo de vida, sus emociones y cómo las comparte, su trato con sus colaboradores –superiores o inferiores-, cómo ejerce su autoridad, cómo se refiere a los pacientes y a las personas, su lenguaje con los estudiantes y con los pacientes. Ese currículo oculto es no intencionado pero gravita en el estudiante para el resto de sus vidas y el ejercicio de su profesión, y, es usualmente negativo.
Hay expresiones y vocablos que debemos corregir si queremos ser coherentes con el humanismo en las relaciones que proclamamos, con el respeto que se merecen todas las personas no importa su edad, su género, su condición médica, su orientación sexual, su raza o su color, su condición de creyente o de no creyente. Su utilización usualmente es de forma despectiva, obedece a estigmas que la sociedad inflige de manera dura o en calidad de moralismos nocivos, y que, además, revelan avenidas de discriminación y de prejuicios detestables.
No pretendo abarcarlas todas –tampoco nadie sabe cuán abarcadora ha de ser esta intención de mostrar empatía y respeto a las personas evitando descripciones que descalifican y que conducen a maltratos- pero quiero comenzar con algunas para que cada uno de nosotros vaya agregando a su vocabulario los reemplazos que va descubriendo como necesarios en una sociedad respetuosa, tolerante, diversa y que reconoce los derechos de todas las personas.
- Una persona no es un discapacitado o un minusválido, es una persona con una discapacidad
- Una persona que actúa equivocadamente o que yerra al expresarse o en una labor no es un mongólico, es sencillamente un ser humano, una persona, que se ha errado
- Un hombre cuya orientación sexual sea hacia otro hombre no es un maricón, es un hombre homosexual
- Una mujer cuya orientación sexual sea hacia otra mujer no es una cueca o una puta, es una mujer homosexual o una mujer lesbiana
- Las personas que tienen problemas con el consumo de alcohol no son alcohólicos, son personas con adicción al alcohol
- Las personas que consumen drogas no son drogadictos, son persona con adicción a las drogas
- Las personas que consumen marihuana regularmente no son marihuanos, son personas con adicción a la marihuana
- Aquellos que consumen cocaína o “piedra” no son cocaineros o piedreros, son consumidores de cocaína y derivados o personas con adicción a las drogas
- Hoy no debemos tildar de abusadores a quienes consumen estupefacientes o drogas ilegales, sino que son personas con una adicción a drogas ilegales
- Igualmente debemos evitar expresiones descriptivas por características obvias de las personas o el significado vergonzoso que, en el pasado, tuvieron algunas enfermedades y que se utilizan de forma peyorativa o para insultar o denotar superioridad sobre el otro, como son: gordo o gorda, chino, chombo, negro, indio, cholo, tísico, leproso, sifilítico, sidoso, retardado mental, etc., y aquí estoy abriendo una “caja de pandora”, que no es mi propósito con esta opinión.
No podemos menospreciar el hecho de que el lenguaje hace o deshace relaciones, nos vincula o nos desvincula de las otras personas. 4/1/2018