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El Estado de Israel nace el 14 de mayo de 1948, en plena era de la descolonización, cargado de los horrores de quienes se propusieron exterminar a los judíos de Alemania. Se crea con la certeza de que, de esa forma, no se repetirá el Holocausto, cuna y tumba de los crímenes de más de 6 millones de judíos asesinados, frente al resto del mundo y de las iglesias. Las Naciones Unidas partían el Mandato Británico de Palestina en 2 estados, uno judío, el Estado de Israel y el otro árabe, el Estado de Palestina. Jerusalén y Belén serían zona internacionalizada. Israel lo aceptó, no así las organizaciones paramilitares sionistas y los países árabes.

Con la firma de los Acuerdos de Paz de Oslo, en 1987, nace Hamás, el grupo terrorista que se propone, como lo ha reiterado cada vez, a borrar Israel del mapa, a “echarlos al mar”, como consignaron los estados árabes a pocos días de su bautizo como Estado, el 1 de abril de 1948. El pasado es parte del presente, y por ello son necesarias estas primeras líneas. Hace 2 semanas, Hamás asesinó a sangre fría y odios en sus fusiles a 100 judíos inocentes por hora, en territorio judío y en menos de 10 horas, ninguno de ellos en arreos de combate, ninguno alertado del ataque ni del arsenal letal dispuesto para ser vaciado una y otra vez a cuerpos y propiedades israelitas, con sed de venganza y lascivia.

Esto corresponde al mundo contemporáneo del que somos testigos. El problema de Palestina e Israel es uno muy complejo y no me propongo desatarlo. Sin embargo, no puedo dejar de opinar sobre la gran crisis humana que cruzó los aires de Palestina e Israel en parapentes, carros 4 x 4, motocicletas y miles de cohetes con destinos destructores. Estaban por firmarse acuerdos de paz entre Israel y Arabia Saudita bajo El Acuerdo de Abraham, ya firmado por otros países de la región en 2020. En él se acepta el derecho de Israel a existir y normalizar relaciones con otros países árabes, una forma de alianza regional contra Irán. El nombre de Abraham se escogió por ser el patriarca de las 3 religiones mundiales: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, quien fuera escogido por Dios para un pacto con Él: “seré tu Dios y el de tus descendientes…una multitud de pueblos”. El pacto determina reciprocidad entre Dios y el hombre. La circuncisión es el signo que sella la alianza.

Para aquellos que se desgastan en el debate sobre quién estaba primero en las tierras de Palestina solo basta recordar que la tierra de Palestina, como lo señala Kung: “contaba ya con una historia milenaria cuando los israelíes comenzaban a poblar el país. La planicie costera del sur de Palestina estaba habitada por filisteos, un pueblo marino que había emigrado del Egeo (Creta) y que le dio al país su futuro nombre: Palestina, derivado de “filisteos” o, Pelista’im en arameo”. Desde un punto de vista religioso, nos dice Kung, para los inmigrantes israelíes había algo mucho más importante, la tierra prometida por Dios, no así para el pueblo cristiano, “no atado a fronteras geográficas o étnicas”, ni para el islam, “que en un principio no hace distinciones entre países”. Para el judaísmo, sin embargo, la vinculación con la tierra de Israel, “esa franja concreta y loada de tierra” es absolutamente esencial. Nos recuerda el teólogo católico, “la promesa de la tierra constituye -junto con la elección, la liberación y la alianza- el contenido básico de la fe israelita”. El pueblo elegido de Dios y la tierra prometida forman una unidad, la base religiosa para las pretensiones del pueblo judío a una tierra en Palestina.

El inmediato rechazo al asalto demente, la masacre y las muertes de cientos de personas inocentes, que inmediatamente recreara la misma organización a su población y al mundo, el sábado 7 de octubre, ha venido siendo debilitado, a pesar del también detestable jolgorio y celebración por los asesinatos a sangre fría y mansalva. Lo debilitan el tiempo que transcurre, la contundente respuesta militar de Israel, a la que tiene todo derecho y que incluye su sofisticado sistema de defensa, la enorme crisis humanitaria que su respuesta contra Hamás en Gaza ha producido, con el guiño bien planeado del ojo de Hamás, la organizada propaganda, las mentiras contra la verdad de los hechos, divulgada como descarga de metralla en los países árabes y todos los continentes.

Las horas y días siguientes se han contabilizado por el grado de destrucción y el creciente número de muertes inocentes de palestinos, en Gaza. Ya se olvidan la destrucción y muerte en los asentamientos vecinos en Israel, perpetrados salvajemente por Hamás. No es cierto que, como corolario de esta detestable situación israelí-palestina, sea apropiado negar la capacidad terrorista de Hamás y no rechazar rotundamente el asesinato indiscriminado, el secuestro violento y el horror que sembró a seres humanos que celebraban un concierto por la paz, y que continuara luego extendiéndose a poblaciones inocentes e indefensas de israelitas, darles un espectáculo dantesco de gozo con la carnicería frente a padres, frente a hijos, “despanzurrando a ancianos y niños”, como lo describiera alguna vez, Mario Vargas Llosa.

La nueva contabilidad con más muerte y horror en Gaza, sin embargo, no es porque Hamás y Hezbolá hayan desistido de borrar del mapa a Israel, sino por la eficacia del sofisticado sistema de defensa de Israel. Los miles de cohetes contra objetivos no militares hacia Israel, para destruir y matar, siguen saliendo de Gaza y Líbano. Las celebraciones por los resultados del terrorismo continúan viéndose en desfiles, ropas, arengas. Se llama a gasear a todos los judíos, se baila y se canta en las calles por la muerte de judíos y la destrucción de Israel. Irán no ha ocultado su rol en esta acción terrorista y sigue amenazando con otras acciones, que sugieren no un ensayo nuclear sino algo más.

En Israel de 10 millones de habitantes, 2 millones son árabes y no se dan estas escaramuzas salvajes entre israelíes y ellos. Cada vez que se encontró un resquicio de luz para la paz, los terroristas de países árabes y territorios de Palestina le hicieron una fisura por donde filtrar odio, muerte y renuncia. Cada guerra y por lo menos siete: 1948, 1956, 1967, 1973, 1982, 2003 y hace 2 semanas, 2023, se hicieron en nombre de la guerra, contra la paz. El derecho inalienable a defender fronteras, propiedades y ciudadanos no puede ignorarlo el Estado de Israel, ni los países libres y democráticos del mundo.

Si bien es cierto que Palestina no es Gaza, Gaza es Palestina. Bien cierto es también que la población de Gaza eligió a Hamás, gobierno. No puede separarse esto de su responsabilidad con las acciones de Hamás. No hay tantos inocentes en esa franja. Esas acciones de Hamás y no solo el discurso, le dieron los votos mayoritarios para constituirse en dirección y gobierno de sus habitantes. Los enfrentamientos serán más cruentos cada vez, si se obsesiona el mundo árabe a resolver sus problemas “ojo por ojo, diente por diente”.

Las palabras de la desaparecida Golda Meir, primer ministro de Israel, se siguen escuchando: “Cuando llegue la paz, tal vez con el tiempo podamos perdonar a los árabes por matar a nuestros hijos, pero nos resultará más difícil perdonarlos por habernos obligado a matar a sus hijos. La paz llegará cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odien a nosotros”.

Publicado por el diario La Prensa de Panamá, el 20 de octubre de 2023    El autor es médico pediatra y neonatólogo

1 Comment

    • Dafna Reply

      8 noviembre, 2023 at 8:00 pm

      standing ovation🙌🏻🙌🏻🙌🏻

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