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He oído, secuestrado por la sorpresa y la molestia, una propaganda radial con acento colombiano, contra la educación de la sexualidad en las escuelas. Tengo que decirlo, con misericordia cristiana, es una infamia. Y yo, que acostumbro a respetar la opinión adversa o diferente, no puedo callar esto, porque para conseguir algo que se considera mejor, no es necesario mentir ni coaccionar. La educación integral de la sexualidad es una obligación incuestionable e inalienable del estado panameño, que ningún ciudadano puede obstruir.

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Hay una regla entre los expertos en la docencia y enseñanza sobre la sexualidad humana integral: “si no miras a los ojos y discutes sobre la actividad sexual con tu pareja, entonces no estás preparado para ello”. Es por ello que educar sobre la sexualidad es necesario. Las cifras de embarazos indeseados, violentados, prematuros, a pesar de los intentos de aborto no son solo altas sino que no debieran existir. Pero van a existir no importa lo que hagamos en cualquiera de los extremos de esta discusión: rezando el rosario o repartiendo condones. ¿Por qué tanto pesimismo? Porque es la condición humana, y la sexualidad es natural a la condición humana. Por ello, también, es necesaria una educación integral.

Y, una educación integral es hablarle a los adolescentes y a los niños de la familia. Pero, ¿de qué familia? ¿De la familia tradicional cuando lo tradicional es que uno si no ambos progenitores no están ni han estado “en la foto” sino la noche del coito aquel? ¿De la familia que no tiene valores, no porque sea inmoral sino porque abandonada en la pobreza por la sociedad opulenta y rectora tiene que superar otras necesidades primarias antes de pensar en el bien y en el mal? ¿De la familia que hoy le da origen a las abominables cifras de abortos, enfermedades venéreas, deserción escolar, discriminación de la mujer, embarazos en menores, violencia familiar y sexual? Entonces, sí hay que hablar de la familia pero conociendo nuestras familias.

Para que se den todas las pobres consecuencias de una sexualidad ignorada, tienen que existir una significativa cantidad de parejas de adultos, bendecidas o no, que no pueden mirarse a los ojos y, mucho menos a los genitales, para hablar de su propia y exclusiva actividad sexual. Con todo respeto, esa peligrosa ignorancia no tiene por qué seguirse heredando porque el resultado está muy lejos de la caridad cristiana y muy cerca de la irresponsabilidad higiénica de la salud pública en cualquier sociedad, laica o religiosa.

Una educación integral de la sexualidad es hablar de los valores. De los valores que no practicamos como de los que debemos practicar, no de los valores que se indigestan de tinta y se asolean en largos documentos y discursos para luego pisotearlos, comenzando por la exclusión de los derechos humanos para los no privilegiados, gracias a patrones sociales labrados por riquezas materiales que se le prohíben o se les hurtan a otros haciendo gala del abuso.

Hablemos de todo eso mientras hablamos de cómo protegernos de la promoción de la fantasiosa sexualidad que nos presentan los cines, teatros, medios audiovisuales o escritos, que llena a unos cuantos de notables riquezas -¿será Ud. uno de ellos?- y de vanas ilusiones o desvariados caminos a quienes no saben hacer la diferencia porque no fueron educados; esas torcidas herramientas que usted quizás prefiere que sean los educandos de sus hijos. Hablemos de todo eso mientras educamos a los niños y adolescentes, en sus respectivas fases, de lo que son la identidad de género, la orientación y la preferencia sexual, la genitalidad, el erotismo, el amor, la actividad sexual, la sana y respetuosa relación con sus congéneres, el consenso y el consentimiento, la individualidad y la variedad de cada uno, el manejo de las emociones, lo placentero de las emociones sexuales.

Déjenme decirles algo. Tanto los investigadores de la sexualidad como los estudiantes prefieren que sean los padres quienes primero les hablen de la sexualidad humana. Cuando usted pueda contestarle a sus hijos preguntas como ¿qué edad tenías cuándo tuviste tu primera relación sexual?, ¿fue papá tu primera pareja sexual o cuántas ya habías tenido? ¿soy yo el producto de un accidente o del amor de ustedes como pareja?, entonces usted están ofreciendo una oportunidad mejor a sus hijos sobre el manejo y control de su sexualidad, ese instrumento de la comunicación entre las personas que puede constituirse en fuente de felicidad o de amarguras, que es parte normal, natural y necesaria de sus vidas, desde que nacen hasta que mueren. Pero si no pueden contestar esas preguntas, permitan que la escuela haga lo que ustedes se sienten vulnerables e incapaces de hacer correctamente.

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