Viene donde mi, quien es el pediatra que le ha visto los hijos toda la vida, bueno cuando ella lo cree conveniente y no anda de apuro. Va donde otro médico a buscar ayuda y consejo pero hace lo que ella quiere hacer y no lo recomendado. El médico le dice que cree que se trata de una enfermedad viral como el flu y le manda antibióticos. Otra vez, ella le da los antibióticos y se los quita como a bien le da el gusto ese día y el otro día. Las otras medicinas, ni para qué. Ahora que hay fiebre otra vez descubre el camino de la paz: “venía muy nerviosa”.
Esto no es nada nuevo bajo el sol. Tampoco será la última vez y, para esta mamá, será solo “la primera vez que me pasa esto”, cuando vuelva a ocurrir exactamente igual.
No voy a hacerle ningún comentario porque la historia revela “todas las falencias del sistema”, sin necesidad de rechinar sobre ellas. Pero yo sigo en el mismo lugar, en el mismo consultorio, con el mismo horario de trabajo y los 7 días de la semana. Se sigue y seguirá abusando del uso de los antibióticos y se consultará a un galeno para quitar angustias, no para resolver problemas de salud, y algunos galenos interpretarán correctamente eso y le darán al paciente o a sus familias lo que andan buscando. Es una forma de ganarlos hasta que –en el horizonte- se enciende una luz que ilumina. Las excusas solo le dan algo de esa sal prohibida en la mesa, que hoy nos hizo revisar todo lo malo que un exceso de ella conlleva. 7/9/2017