
- Oct 25, 2016
- Pedro Vargas
- Bioética, Otras Lecturas, Tecnología médica
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Cuando por 9, 10 u 11 meses desde su nacimiento y cada mes, he estado examinando y observando el crecimiento y el desarrollo de un niño sano, ¿por qué tengo que crear todo un tema, por el hecho de que ya ese niño quiera caminar o dar pasitos y no ha gateado?
Si un niño no gateó por algún problema del neurodesarrollo, por una enfermedad o lesión cerebral, o neuronal periférica, tampoco se volteó bien o temprano, se sentó apropiadamente, ni se parará bien en sus pies, ni caminará de forma normal o alguna. Pero no es que por no gatear, ahora tiene problemas serios para caminar.
A ese niño, se le tiene que haber detectado alguno o más signos de una patología neurológica durante sus primeros meses de edad. Y, entre más tardíamente se detecta alguna anomalía neurológica, menos severa o importante es la entidad que la induce o produce. O, en otras palabras, disfunciones mínimas cerebrales o neurológicas no se manifiestan tan temprano en el desarrollo. Entonces, ¿por qué predecirlas si no hay cómo? ¿Por qué crear ansiedad en las familias? Además, entre menor es la disfunción más fácil se podrá corregir con terapias apropiadas y dirigidas.
Creo que debemos estar más preocupados los médicos pediatras, los neurólogos, los psiquiatras y los psicólogos como los especialistas en terapias del desarrollo en advertir los serios riesgos e implicaciones para un desarrollo normal de los niños, que tienen la introducción temprana de pantallas como la televisión, los teléfonos celulares, las tabletas, los juegos de video y el aprendizaje por medios digitales en lugar de formas manuales; como la excesiva exposición nociva a los medios, para el desarrollo cognitivo, el conocimiento y aprendizaje del lenguaje, y del desarrollo emocional y social. Pongamos de ejemplo el aislamiento emocional del niño y del adulto criado con la televisión, o la violencia con armas de fuego. Como bien ha sido señalado por expertos, esos mismos instrumentos de la tecnología que nos maravillan se han constituido en instrumentos que remodelan negativamente el desarrollo de nuestros hijos.
Hoy, pero ayer en otras áreas, la urgencia y el temor por diagnosticar tempranamente desórdenes profundos como el autismo, han llevado a un exceso de intervenciones tan dañinas como la falta de apropiadas e indicadas. La diversidad de las poblaciones en una misma comunidad introducen un mundo ajeno y diferente de costumbres y relaciones que terminan impactando a todos en diferentes formas y grados, y agregando patologías sociales. No podemos soslayar esto cuando cuidamos niños en crecimiento. Más serio, el transplante a nuestros hijos de nuestras precauciones innecesarias contra otras culturas o religiones, desde la ignorancia que de ellas tenemos, que crea una exponencial e irracional actitud de rechazo, a asuntos que se distancian del humanismo que debe prevalecer en las relaciones humanas. Pongamos de ejemplo el maltrato a los inmigrantes.
Estas 2 aristas que parecen tan disímiles solo enfatizan la situación que tiene el pediatra de hoy día frente al temor y frente a la desinformación, tenebrosos orfebres de la niñez contemporánea. 25/10/2016