Realmente agotador pero didáctico es esta constante búsqueda para reconocer por qué tanta disfonía en el ambiente, con respecto el COVID-19. Qué puedo encontrar, mientras escarbo, que me fortalezca para consolidar lo aprendido en mis años de estudiante y lo que aprendo cada día como médico, pediatra y neonatólogo.
Parto de lo que considero esencial, en la práctica médica la clínica es la madre del diagnóstico y la medicina basada en la evidencia es la madre del tratamiento y manejo, del proceder médico. Mucha información surca todos los lares con motivo de la pandemia por COVID-19. Paralelo a ello han emergido desde epidemiólogos de escritorio hasta médicos de Google con lecturas incomprensibles y, a pesar de ello, dispuestos a prescribir atrevidas opciones. El lenguaje es, además, nuevo y confuso o ni entendido: In vitro, in vivo, retrospectivo, observacional, cohorte, caso clínico, experiencia personal, evidencia probada, opinión de expertos, estudio prospectivo, “randomizado” o aleatorio, controlado, doblemente ciego, y sin hacerlo peyorativo, anecdótico. Son todas ellas expresiones que hay que aprenderlas y se amontonan sin ello.
A manera de resumen, es necesario para mí puntualizar algunas definiciones y entender por qué no todas las publicaciones de estudios o experiencias tienen el mismo valor y no se pueden comparar entre ellas ni se pueden extrapolar sus conclusiones:
Bien lo señala Simon Carley y col.[1] “la naturaleza de la pandemia es empujar a los clínicos a una posición donde debemos tomar decisiones que son ambas críticas en tiempo y leves en información”. Ojalá nos grabáramos esta advertencia. Ya hemos sido testigos como las decisiones de los políticos, por encima del consejo de investigadores y hombres y mujeres de ciencia, obedecen a un deseo sincero de, en tiempos de incertidumbre y ansiedad, dar buenas noticias, o, a uno imprudente y egoísta de tipo electorero.
Cierto es también, como lo advierte nuevamente Carley, la precipitud observada en publicaciones de literatura científica y médica de experiencias o estudios que aún no pasan el análisis y crítica de sus pares. El “peer review” se ha apartado o se ha abreviado permitiendo data invalidada más tarde y obligando a retirar esos trabajos cuando ya fueron divulgados a poblaciones de lectores ávidos por milagros. Se abre la puerta a otra discusión ética y legal sobre el uso compasivo de drogas[2] y procedimientos aún en investigación, no probados en la clínica todavía como seguros y efectivos, pero confrontados duramente a la pérdida de recursos humanos e institucionales para atender con eficacia la alta demanda de la infección y la enfermedad.
No me queda sino puntualizar que se tenga claro que, cualquier ensayo clínico tiene que ser ético; que, el interés del científico no debe soslayar la confidencia y expectativas del enfermo; que, manejar la práctica médica con evidencia probada no solo es prudente sino indicado y somete al paciente a menos riesgo; que, un estudio in vitro no garantiza una prescripción en humanos; que, un estudio observacional requiere uno controlado y aleatorio para confirmar la relación causa y efecto; que, un estudio prospectivo es superior a uno retrospectivo, porque controla elementos esenciales para sacar del camino de las conclusiones, influencias humanas, que las invalidarían. 25/07/2020
[1] Carley S, Horner D, Body R & Mackway-Jones K: Evidence-based medicine and COVID-19: what to believe and when to change. Emerg Med J Epub25 July 2020. Doi: 10.1136/enermed-2020-210098
[2] Dzhafer N, Papathanasiou J: Compassionate drug use: an imperative challenge or Bulgarian health system during COVID-19. Health Policy Technol. 2020 May 21. doi: 10.1016/j.hlpt.2020.05.001