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Más de un colega y menos de ½ ha recibido interconsultas para que vaya y examine a un paciente hospitalizado –que no es el suyo bajo ningún contrato fiduciario, para discutir las decisiones médicas de otro médico, para empatar o emparchar lo que no se terminó de hacer bien, correcto o eficientemente -en el concepto inequívoco del paciente o sus padres. A esto llamo: interconsultas inconsultas.

 

Debo señalar que no ignoro el derecho de toda persona enferma o su familia de preocuparse por el curso de una enfermedad o de una operación en alguno de los miembros de la familia o de su círculo de amigos. Sin embargo, esa preocupación no puede ser convertida en el machete para hacer rodar cabezas porque la próxima que rodará, será la del nuevo héroe de la jornada, el último médico consultado. Porque no es ético que se discutan aspectos médicos de decisiones ya tomadas sin la participación de una de las partes, la parte que tomó la decisión.

Medical metaphor. Isolated on white

Porque las respuestas a las preguntas de por qué se hizo esto y no aquello se le hacen a quien hizo tal o cual cosa y no a otro colega que ni siquiera estuvo en la toma de decisiones o en las discusiones sobre el tema.

 

En el caso mío como neonatólogo y como pediatra, situaciones de estas se dan a menudo. Esto es fácil de entenderse porque la enfermedad de un hijo o de un recién nacido lleva la paciencia de los padres a límites más cercanos del origen de la caminata que del final de la misma. Porque la vulnerabilidad de los niños no tiene que ser reconocida con la dificultad visual de un hipermétrope. Porque los hijos son la responsabilidad, preocupación y centro del amor y atención de sus padres.

 

Voy a decirlo tajantemente: si Ud. o ustedes escogió o escogieron al médico Z para ser el médico de sus hijos o el suyo de ustedes, el día de la enfermedad que los preocupa por la gravedad o por la falta de comunicación con su médico tienen que “stick to him or her”, manténganse con él o ella. Ese es el peor momento para hacer cambios. Excepto si se está cometiendo una estupidez que se puede diagnosticar sin ser médico y sin tener un microscopio.

 

Es por ello muy importante que cuando escoja médico, si no quiere jugar a la ruleta rusa, escoja bien. ¿Se escoge bien sobre la marcha? ¡No! Sobre la marcha se descubren situaciones insospechadas, pero hay que “aguantarse la mecha”, a no ser que coexista un peligro de mayor morbilidad o mortalidad. Por ejemplo, no consulte a un neonatólogo cuando al 3er. día de vida le dice su pediatra que su bebé -8 semanas prematuro- tiene que ser puesto bajo las lámparas de fototerapia. Esa interconsulta le corresponde hacerla a su pediatra, aunque a Ud. y a su obstetra les correspondía tomar la decisión, anterior al parto, de que un neonatólogo fuera el médico de su bebé prematuro durante este primer período de su vida.

 

Cada persona tiene sus propias necesidades. Las suyas no son las mismas de la persona B. Si la persona B le hace una recomendación es porque a ella le ha ido bien. “Cada uno habla según le va en la procesión”, dice un proverbio muy sabio. Si Ud. necesita un telefonista, bueno hay médicos que son como los telefonistas: contestan inmediatamente y reconectan con otro médico. Si a Ud. le gusta eso, ese es el camino que Ud. debe andar. Hay otras personas que prefieren que el médico de cabecera conozca integralmente a su hijo y que examine al niño/a antes de recetarlo o referirlo a nadie. Si eso es lo que a Ud. le gusta y busca, aléjese del telefonista. Hay personas que quieren que el teléfono le suene de vuelta antes de cerrarlo cuando hacían una llamada para localizar a su médico. Creo que esa tecnología no se tiene aún, aunque los teléfonos celulares han creado la falsa idea de que eso es factible siempre. Si busca eso va a ser o insaciable en su búsqueda de médicos -lo que vemos con familias que saltan de uno a otro en cuestiones de segundos- o va a estar continuamente insatisfecha, una forma de “status natural” en pacientes que no cumplen ni con ellos mismos.

 

 

Si “por su cuenta y renta” ustedes decidieron llevar a su hijo enfermo donde “un especialista” u otro pediatra y días más tarde no notan resolución del problema que los llevó a hacer esto sin consultarlo con el pediatra del niño, no lo llamen ahora. Tienen que llamar al médico consultado para que él/ella resuelva. Sencillo, él/ella debe enterarse qué está ocurriendo y no solamente lo que ustedes creen que está ocurriendo; y, él/ella de seguro tiene un Plan B para una situación diferente. Si quedaron insatisfechos con lo que vieron del médico consultado durante esta situación, entonces vuelvan a su pediatra original y si el problema era también de desconfianza con ese su pediatra, entonces busquen ahora con calma, ya pasó la tormenta y pueden tomar el velero para navegar y pescar.

 

Y, finalmente, no le pidan a familiares y amigos que les llamen a sus pediatras o médicos para que le resuelvan telefónicamente sus preguntas o la enfermedad de su hijo o la propia. Hay médicos como yo que no fuimos entrenados para hacer medicina complaciente y, menos, para meternos en problemas por no examinar al paciente y, peor e inadmisible, a un paciente desconocido. El tiempo de esa consulta debió ser anterior a la enfermedad o al nacimiento del bebé. Siempre digo: siempre he estado y estoy en el sitio donde hoy me localizas, ¿por qué no me buscaste antes?   12/10/2017

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